C I N C U E N T A Y D O S
DANIEL RICHMOND.
28 de enero de 2020.
Caminé por el estacionamiento y empujé la puerta que decía "personal autorizado", apenas entré escuché todo el ruido y descontrol.
—¡Ya está el pedido de la 5! ¡Lina, prepara más masa!
—¡Ya no hay granos de café, hay que ir a la bodega!
—¿Quién está atendiendo la mesa 10? Hay clientes esperando.
—¡Ralf! ¡El pedido ya está, carajo!
Caminé a los casilleros y metí mi mochila sin muchos ánimos, deslicé mi tarjeta y el sistema me felicitó por llegar cinco minutos antes. Cuando volví a la enorme cocina, Natasha me recibió.
—No te preocupes, ya llegó el jefe a poner orden —bromeé.
—¿Dónde? —miró a los lados, divertida—. No seas bruto, eres el que sigue de Ralf y la mesa de la 10 a la 15 son tuyas. No la cagues.
Se fue hacia el lugar donde comíamos supongo que era su hora de almuerzo. Cuando estaba por pasar al área donde preparaban café, Louis me llamó.
—Daniel, ve a buscar un saco de café —demandó. Suspiré.
—Ok...
No podía negarme, digamos que era como mi jefe, así que fui, lo tomé, lo dejé en la cocina, me agradeció y me largué a mis labores. Otra vez tenía mi sonrisa hipócrita frente a los clientes, repitiendo la misma frase:
—Bienvenido, bienvenida a Toppy's coffee ¿Desea que le tome la orden?
Me tocó uno de los peores horarios, donde casi no había muchos clientes y llegaba a un punto en donde la cafetería se quedaba vacía, lo único interesante era platicar de nuevo con mis compañeros de trabajo.
—Entonces dejaste el trabajo botado y después vuelves como perro arrepentido con la cola entre las patas, lo capto —mencionó Annie.
—Eso suena muy dramático, yo no dejé el trabajo botado. Además, comenzaría mis prácticas y-
—Y también las dejaste botadas —me interrumpió.
—¡Annie! —reprendió Natasha—. Incluso yo, dejaría esas prácticas botadas, es decir, todo el tiempo ves cadáveres y cosas asquerosas.
—Qué asco —murmuró Ralf, metido en su libro.
Annie y Natasha, eran camareras, Ralf, era versátil, a veces estaba de cajero otras de camarero y yo soy camarero, porque me importan las propinas diarias.
—¿Sabes lo que le pasó a Aria? —preguntó Annie, de repente.
—¡Annie! —volvió a escandalizarse, Nat—. No seas metiche.
—¿Qué? Se murió y nadie sabe qué le pasó o quién le hizo qué cosa, ¿no importa?
—No, respeto su partida y su alma, tú deberías hacer lo mismo.
—Ay, no vayamos al aspecto religioso, eso es de hipócritas.
—¡Annie! —gritamos todos, reprendiéndola.
Solo rodó los ojos y fue hacía una mesa que pedía la cuenta con sus manos. Entraron varias personas en conjunto y nos pidieron unir dos mesas, cosa a la que accedimos. Era pedido mío y de Annie, pero se lo cedí. Mesa 9 y 10.
Cuando estuvieron satisfechos volvió a la barra, esperando a que algunos rezagos de su pedido fueran terminados.
—¿Realmente no sabes qué le pasó? —volvió a cuestionarme en voz baja.
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El misterio de un amor | Nueva versión
RandomNuestro alrededor a veces nos da señales de cosas que no vemos a simple vista, pero eso no quiere decir que no nos sucederán en un futuro. Ellos vivían en su burbuja. Un amor único, demasiado melosos. Su matrimonio era lo que los unía, junto... al...