53. Mamba negra (Parte II)

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C I N C U E N T A   Y   T R E S

ELIANA BEAUMONT

30 de enero de 2020.

Cuando me alejé no quité mis manos de él y él tampoco de mí, podía ver sus ojos a la perfección y Daniel miraba mis labios algo rojizos.

—Quiero-

—Ya sé, eres muy obvio —lo corté.

—¿Por qué no quisiste volver a hablar sobre lo que pasó en año nuevo?

Le mantuve la mirada, mientras buscaba una respuesta creíble.

—Fue repentino, creo que todavía nos falta mucho camino por recorrer y por sanar, no estamos listos.

—Podríamos estarlo.

—Tú sabes que no y no quieras forzarlo. No saldrá nada bueno —le hice saber—, además soy un bicho raro —me burlé de mí misma.

Aunque al dormir eso no daba ninguna putada de gracia, era un asco intentar dormir y que esos pocos recuerdos se repitieran una y otra vez.

Delineó mi rostro, sorprendiéndome. Mantuvo sus dedos en el contorno de mis mejillas y mis ojos, hasta llegar a mis labios. Su pulgar fue el encargado de tocarlos y no me moví, dejé que su mirada delatara cada una de sus perversiones.

—Tú eres una muñequita rusa —mencionó lento con ese tono.

Tenía que admitir que había extrañado ese tonito seductor.

—Дэниел Ричмонд, ты соблазняешь меня своим внутренним зверем.

Al instante, frunció el ceño sin entender, trataba de descifrar lo que dije, pero fue imposible.

«Daniel Richmond, me seduces con tu bestia interior».

—Ese sonó muy sensual, así que no me importa si me mandaste a la mierda en ruso, te voy a decir que lo aceptó sin dudar —siseó, deslizando sus manos por mi cuerpo.

—¿Aceptas que te mande a la mierda?

—Al infierno si quieres, si quieres que vaya cuatro veces al día, lo haré.

Acerqué mis labios a los suyos rozándolos, sus manos apretaron mi cintura y miré su garganta pasar saliva.

—No quiero que vayas al infierno, quiero que te quedes de nuevo, así podré dormir.

Hasta antes de conocerlo Dagmar era la persona que me hacía dormir sin demasiadas pesadillas de por medio, pero en año nuevo, dormí con él y pasé mi noche tranquila; sí, hubo pesadillas, no las necesarias. Me sentía en paz al despertar y verlo ahí.

Lo atrapé, en algunos momentos de la madrugada, asegurándose que no estuviera en medio de un mal sueño y me pareció muy tierno que se mantuviera pendiente, él era el que debía de descansar por la borrachera.

Le besé la mejilla.

—Me quedo con una condición.

Lo empujé y alcé una ceja.

—Así ya no es divertido.

—Tú eres la que siempre anda diciendo que no y luego hace cosas que gritan sí. No entiendo —expuso con algo de frustración.

Me quedé callada y preferí decir otra cosa.

—¿Trajiste lo que te pedí?

—Ahora lo ignoras, genial. —alzó ambos pulgares y después buscó su mochila para darme lo que quería—. Si el maldito veneno de una serpiente no te hace nada, no creo que mi té funcione en ti.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora