46. Fuego

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C U A R E N T A    Y    S E I S

ELIANA BEAUMONT

28 de diciembre de 2019.

Con mover un objeto se puede hacer una gran diferencia y en esta investigación fue un punto clave para darle un rumbo a las circunstancias.

No ir detrás del asesino, ir detrás de lo que el asesino quiere.

¿Y qué quiere el asesino?

Fácil, un nombre y apellido.

—Herir a todas las mujeres a su alrededor después de fallar en su intento de asesinato, eso se ve sospechoso.

—Técnicamente, las hirió antes y después de su accidente.

—O sea, que ya lo estaba planeando.

—O tenemos dos asesinos —concluí.

La verdad es que no sabía si era uno o dos.

Dagmar estaba apoyado en mi escritorio y yo prefería recostarme en el sillón con la libreta en la mano por si surgía alguna indagación como esa. Él posó su mano en su mandíbula, tomando un aire pensativo.

—¿Por qué te estoy ayudando?

—Porque quisiste, así que no te desvíes y concéntrate —ordené.

Se quedó en silencio jugando con mis notas adhesivas. Me ponía de mal humor que no se concentrara, aun así, seguí observando el pizarrón intentando encontrar aquello que unía los sucesos. Tenía una leve sospecha de qué podría ser, pero solo necesitaba confirmarlo.

—La mejor amiga de Daniel —comencé a formular—, la prometida de Daniel, la exnovia de Daniel, la compañera de trabajo de Daniel, la jefa de Daniel, la jefa sangrona de Daniel, la-

—Já, te dijiste sangrona —se burló.

—La otra compañera de trabajo de Daniel ¿Quién más falta?

No me contestó, solo se quedó mirando con suma atención las fotos, así que me levanté y me puse frente a los corchos, él se puso a mi lado. Quité la foto de Daniel y las notas adhesivas, al igual que hice lo mismo con la foto de Abigail y Theo, junto con sus respectivas notas; le di a Dagmar las de Richmond y coloqué la foto de los Wilde donde antes estaba la de él, por último, coloqué la suya.

—Es un ciclo —determiné.

—Sí... Fascinante —susurró, entendiendo el hilo de mis palabras.

—Como un toro que quieres matar y degustar su carne, lo acorralas y le clavas la espada en el lomo —expliqué—. Están atacándolo una y otra vez sin descanso, están haciendo que su mente se fragmente haciéndole imposible pensar con la mente fría.

— A Daniel Richmond lo están corrompiendo.

La habitación se quedó en silencio, ambos estudiamos repetidas veces las fotos de las mujeres y el niño alrededor de ese rostro masculino. Le estaban quitando toda su sumisión en su entorno.

Querían invocar a la bestia.

Las palabras de Rossendo empezaban a cobrar sentido, mucho sentido.

—Lo están dejando solo, ahora le queda su madre y su hermana —indagué—, si les pasa algo... Él-

—Le quedas tú y ellas. Y no creo que se atrevan a tocarte —siseó.

Ignoré sus comentarios, dejándome llevar por el rumbo de mis pensamientos.

—Les van a hacer daño, las van a alejar de él —confesé en voz alta y lo miré—. No podemos dejar que eso pase, Daniel no va a soportar ese dolor.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora