VIOLENT ENDS | Thomas Shelby ²

38 | la vida en prisión

Tessa no habló con Tommy durante la mayor parte del mes, durmió lo más lejos posible de él y despertaba incluso más temprano. Pasaba la mayor parte de su tiempo fuera de la casa, ya sea pasando el tiempo con Finn e Isaiah o con su hija.

En la rara ocasión en que Finn e Isaiah estaban en la casa, a menudo jugaban con Bella en el jardín. Su juego favorito era Policías y Peakys, que había perdido el estilo después de que los líderes de los Peaky Blinders fueran arrestados. Bella todavía era demasiado joven para entender por qué su madre estaba tan molesta o por qué su padre siempre estaba enojado, pero jugar con sus tíos hizo toda la diferencia en el mundo.

Actualmente Finn estaba jugando a ser policía, con Isaiah y Bella escondiéndose de él en la vasta extensión de arbustos en el jardín. Tessa estaba mirando desde la repisa de la ventana, apoyada contra la pared mientras intentaba ignorar a Isaiah alzando a Bella sobre sus hombros para que pudiera mirar por encima de un muro.

Un golpecito en el hombro la hizo saltar, y Tessa se volvió para encontrar a Tommy mirándola—. ¿Podemos hablar?

—No tengo nada de qué hablar —dijo Tessa bruscamente.

—Tess, no me has dicho una palabra en semanas —dijo Tommy exasperado—. Tengo... tengo buenas noticas.

—¿Qué? —preguntó Tessa.

—Van a salir —dijo Tommy.

—Ah, entonces tu indulto llegó justo a tiempo, ¿eh? —espetó Tessa. Buscó en los bolsillos de su vestido antes de empujar una carta hacia su esposo—. Lo vi hoy. Mason va a morir mañana. Espero que estés feliz, Tommy. Tenemos un ático lleno de dinero, pero no nos queda familia y ya nadie está de nuestro lado.

—Te mantuvo a salvo —dijo Tommy, sus ojos escaneando la carta—. Eso es todo lo que importa.

—No puedo ser todo lo que importa —dijo Tessa—. No cuando nuestra familia es lo único que nos impide ser asesinados uno por uno. ¿Qué van a hacer los niños su sus padres mueren? John y Esme tienen seis, Linda tiene uno en camino.

—Todo terminará pronto —dijo Tommy.

—Continúa siendo evasivo, Thomas —dijo Tessa, dándole la espalda a su esposo—. Sigue así y pronto no te quedará nadie.

—Van a salir, Tess —repitió Tommy—. Michael, Arthur, John, Mason y Polly. Van a salir.

—¿Y qué va a pasar cuando lo hagan? —preguntó Tessa—. ¿Volveremos a jugar a la familia feliz? No van a perdonar tan fácilmente, Thomas.

—Deja de llamarme Thomas.

—Es mejor que cualquiera de los nombres que pasan por mi cabeza —murmuró Tessa—. Pero en serio, ¿qué crees que va a pasar?

—Seguiremos adelante —respondió Tommy.

—¿Seguiremos delante? —repitió Tessa con escepticismo—. ¿Te gustaría seguir adelante si tu propio hermano te enviara al matadero?

—Podemos arreglar esto —dijo Tommy.

Tessa asintió con incredulidad—. Sigue diciéndote eso, Thomas.

—

Mason no quería morir.

Había estado en confinamiento solitario desde su arresto, y no había visto a nadie mas allá de los policías que le traían la miserable comida las tres veces al día. El silencio y la soledad lo estaban volviendo loco, y sabía que era cuestión de tiempo antes de que perdiera la cabeza por completo.

La vida en prisión no era para él.

El sonido de una cerradura contra el metal oxidado fue lo primero que escuchó en semanas, además de la pequeña ventana que se abría y cerraba para proporcionarle comida. La puerta se abrió y Mason se levantó, los oficiales entraron con expresiones solemnes en sus rostros. Mason sabía lo que significaba, y estaba listo para pelear si eso significaba que podía vivir un poco más. Con la muerte cerniéndose sobre él, tan cerca de convertirse en su próxima gran aventura, Mason se sintió imprudente.

Golpeó al primer policía que ingresó mientras el otro lo contuvo, y Mason rápidamente intentó liberarse. No estaba listo para morir. Le quedaba mucho por vivir. Quería encontrar una chica, casarse, tener hijos y vivir hasta los ochenta antes de morir en paz en los brazos de su esposa.

Esto no era lo que él quería.

Al ser escoltado a través de la prisión, Mason continuó resistiéndose. Esto no podía estar sucediendo; Tommy siempre tenía un plan, y enviar a su familia a la horca no parecía algo que él haría.

Cruzando caminos con Michael, John y Arthur, un clamor hizo que todos cerraran los ojos. Mason vio a John primero—. ¡JOHN!

—¡Mason! —gritó John—. ¿Qué demonios está pasando?

—¡No lo sé! —gritó Mason—. ¿Dónde está Arthur?

—¡Arthur! —gritó John, cuando su hermano apareció detrás de unas rejas—. ¡Michael!

Todos fueron escoltados a una habitación llena de luz, tan blanca que los cegó cuando entraron. Parecía algo irónico que fueran a morir en una habitación tan brillante; si eso era una metáfora de la luz al final del túnel, Mason quería apagarla rápidamente.

Michael, que estaba al frente, vaciló al ver las horcas; cuatro cuerdas idénticas que colgaban una al lado de la otra. Siendo empujado hacia ella, Mason se congeló mientras los oficiales la apretaban alrededor de su cuello.

Ya se estaba sofocando, incapaz de respirar mientras miraba el suelo que pronto se abriría y lo dejaría caer. Los sacerdotes estaban recitando una oración, pero Mason no les prestó atención.

—En el sombrío invierno —dijo Arthur.

—En el sombrío invierno —repitieron Mason y John.

Michael no tenía idea de lo que significaba la frase, y decidió quedarse callado mientras cerraban los ojos, recordando el pacto que habían hecho una vez. El tiempo que tuvieron después de ese día en el campo de batalla había sido tiempo extra, y, tal como parecía, su tiempo se había acabado.

Mason abrió los ojos por última vez, absorbiendo lo último que vería. Sus pensamientos fueron a su hermana, a quien no le quedaría familia inmediata después de su muerte. ¿Lo extrañaría? ¿Sería enterrado junto a su madre y a su padre en el cementerio de Small Heath? ¿Tessa lamentaría haberse asociado alguna vez con la familia Shelby?

La mano del oficial agarró la palanca que dejaría caer el suelo debajo de ellos, y mientras Mason miraba su mano contraer el mango, escuchó un grito. La voz de su ángel guardián, que venía a salvar el día justo a tiempo.

—¡ESPEREN!