46 | john

807 53 0
                                    

Tessa todavía podía escuchar el teléfono sonando, porque hasta ese momento todo estaba bien.

John Shelby estaba muerto.

Era la fría y dura verdad, sin importar cuánto lo negara. Michael también resultó herido y estaba luchando por su vida en el hospital después de ser atacado por hombres con armamento militar. Pero ninguna de las balas lo había matado. John tomó toda la fuerza de la venganza de los Changretta.

Tessa era la única con suficiente fuerza de voluntad para entrar en la morgue, pero se llevó a Mason y Arthur con ella. Empujó la puerta y sintió como el aire frío hacía que se le pusieran los pelos de punta. Había tres mesas, y en la del medio se encontraba John Shelby.

Tessa caminó hacia él, sola, porque Mason y Arthur se habían quedado atrás, incapaces de mirarlo por el momento. Las lágrimas llenaron sus ojos cuando se dio cuenta de que esto era todo. John se había ido, había sido tomado del mundo demasiado pronto, y no iba a volver.

Tessa dejó escapar un sollozo, deseando que John volviera pero sabiendo, en el fondo, que no había forma de que eso sucediera. Su alma y espíritu se habían ido, y todo lo que quedaba era un cuerpo frío.

Se quedó allí por lo que parecieron horas, pero en realidad solo fue cuestión de minutos. Se veía tan joven, sus ojos estaban cerrados, sus labios apenas separados y su piel estaba fría al tacto, pero John Shelby nunca había visto más paz que en ese momento.

Era cierto que la muerte te hacía ver años más joven, porque cuanto más tiempo Tessa miraba a John, más veía al chico de diecinueve años que había ido a la guerra y no había regresado. En la muerte, John se veía igual que cuando era adolescente, lo que hizo todo aún más difícil para Tessa, quien lo había visto crecer e intentó ayudalo lo mejor que pudo.

Tessa se limpió la nariz con el dorso de la mano—. Descansa, John.

Sus propias palabras la hicieron llorar de nuevo. Tal vez John fue afortunado al no tener que soportar un sufrimiento como el que Michael estaba experimentando actualmente. La vida de John se vio truncada antes de que la tortura pudiera comenzar, pero que la vida se extinguiera tan rápido era injusto.

Perder a John se sentía como si hubiera perdido una parte de sí misma. A pesar de ser de diferentes edades, Tessa conectó con John de una manera que no pudo con Tommy y Arthur. Había algo en su encanto juvenil y su naturaleza tranquila que hacía que Tessa se sintiera viva.

Irónico, pensó Tessa, que el chico que la hacía sentir viva yacía muerto frente a ella.

Tessa amaba a John como un hermano, y perderlo la golpeó con fuerza. Cuando presionó un beso en sus dedos y lo colocó en la frente de John, decidió irse con sus últimas palabras para él aún colgando en el aire.

Caminando de regreso hacia Mason y Arthur, Tessa se sentó a su lado en las escaleras, descansando su cabeza sobre el hombro de Mason mientras Arthur sostenía su mano contra las suyas. Se sentaron allí en silencio, compartiendo su dolor, hasta que llegó Tommy, que había ido a visitar a Michael.

Abrió la puerta y la cerró detrás de él, el ruido hizo eco a través de la habitación—. ¿Es él?

—Sí —respondió Tessa, poniéndose de pie y ayudando a Arthur para que se levante.

Tommy se armó de valor, preparándose para lo que estaba a punto de ver, antes de caminar hacia su hermano. Señalando al doctor y al guardia, Tommy les ordenó que salieran, y ellos se retiraron sin dudar.

Arthur soltó un suspiro tembloroso, intentando calmarse. No funcionó, y en un ataque de pura rabia, volcó un taburete cercano y lanzó herramientas metálicas que golpearon contra el suelo e hicieron que Tessa se asustara. Arthur caminó hacia el otro lado de la mesa y Mason lo siguió. Tommy y Tessa se pararon a un lado, mirando a John.

—¿Por qué John? —preguntó Arthur—. Maldito John.

—En el sombrío invierno —dijo Tommy, y Tessa podía escuchar en su voz cuánto le afectó esa muerte. Ni Arthur ni Mason repitieron la frase—. Lo prometimos.

—No puedo —murmuró Mason.

—Lo prometimos —repitió Tommy.

—No puedo verlo —admitió Arthur.

—Ven aquí, hermano —dijo Tommy—. Ambos. Vengan aquí.

Mason y Arthur se unieron a ellos en la mesa, finalmente mirando a John. Mason dejó escapar un sollozo—. Dios mío.

—Ahora díganlo —dijo Tommy—. Díganlo.

Mason miró a Arthur y ambos repitieron la frase—. En el sombrío invierno.

La puerta se abrió y apareció Esme, gritando mientras corría hacia Tommy—. ¡Estás maldito! ¡Y te maldigo de nuevo! ¡Y de nuevo! ¡Y de nuevo!

Tommy la agarró por las muñecas y al retuvo mientras ella luchaba. Se derrumbó contra él, y el sollozo que soltó fue tan desgarrador que Tessa sintió que se le rompía en corazón. Tommy la abrazó por un segundo, y ella se permitió llorar, pero luego lo apartó y su expresión se endureció.

—Déjenme a solas —dijo Esme—. Han hablado con él. Ahora es mi turno.

Tessa salió de la habitación mientras Tommy, Arthur y Mason la seguían. Esperó a que estuvieran fuera, y cuando los miró, sus ojos expresaron todo lo que estaban sintiendo a la vez.

—Estamos malditos, ¿no? —susurró Tessa—. Esme tiene razón. Esta familia está maldita.

—Solo está molesta —dijo Tommy, acercándose a Tessa.

Tessa lo empujó—. John está muerto. Es tu hermano. No deberías tener que guardarte esto, Tom. Tienes permitido llorar.

—Tess tiene razón —dijo Arthur—. Tom, esto no es saludable.

—Cállate, Arthur —susurró Tommy.

—Quizás John tenía razón —dijo Tessa—. Quizás dejar esta familia maldita sea la mejor opción.

—¿Sí? —preguntó Tommy—. ¿Sí? ¿Crees que John tenía razón? Mira dónde está ahora, Tess. Esta familia es lo único que nos impide ser asesinados uno por uno.

Tessa parpadeó y Tommy intentó ignorar las lágrimas que rodaban por sus mejillas—. ¡Es tu hermano! Es nuestro hermano. ¿Por qué no sientes nada? ¿Por qué te guardas todo? ¿Qué bien hace eso?

—No puedo permitirme ser débil —respondió Tommy, consciente de que Mason y Arthur estaban viéndolos pelear.

Los ojos de Tessa se entrecerraron—. ¿Débil? ¿Eso es lo que somos? ¿Arthur, Mason, Esme y yo somos débiles porque acabamos de perder a alguien que amamos? Llorar no te debilita, Tom. Es negarse a reconocer el dolor lo que te debilita. No te hace menos hombre aceptar pérdidas y llorar por ellas. John era un buen hombre y merecía algo mejor.

—¡No muesto debilidad para que los demás puedan llorar! —gritó Tommy—. Alguien tiene que estar alerta.

Tessa giró sobre sus talones, alejándose de los Shelby, o lo que quedaba de ellos—. John Shelby merecía algo mejor que esto. Esta vida lo arruinó, y ahora pagó el precio más alto.

VIOLENT ENDS | Thomas Shelby ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora