Capítulo cuarenta.
Seguí caminando con ella de la mano, apretándola con algo más de fuerza. Notaba como trataba de soltarse, quejándose de dolor.
-Ted, me estás lastimando.
Paré en seco, mirándola fríamente a la espera de que hablara. Se encogió de hombros, pero su mirada era capaz de atravesarme sin problemas.
- ¿Qué diablos te pasa?
Inhalé profundo.
- ¿Por qué mierda no me dijiste antes lo de las fotos?
Inclinó la cabeza un poco, a modo de disculpa.
-Lo había olvidado.
- ¡Vaya! -gruñí- ¡Lo olvidaste! Como si no fuese importante.
La vi fruncir el ceño.
-A ver, Ted. Estoy cansada, hambrienta, emocionalmente molida, nerviosa porque mi hermano trató de matarnos, asustada porque quizá nos esté buscando ahora y furiosa porque me has estado halando del brazo, lastimándome. Eso sin contar que me abruma tu reacción por unas fotos que he olvidado por tu culpa.
Enarqué una ceja.
- ¿Mi culpa?
-Iba a contarle sobre esas fotos a tu padre -se ruborizó-. Entonces te vi, peleamos, me llevaste a tu departamento, me hiciste el amor tantas veces que la cabeza aun me da vueltas y luego lo de William...Ted, se me ha ido todo en blanco.
Seguro ella me habría sacado una sonrisa, solo para animarla un poco, pero una dolorosa idea pasó veloz por mi mente.
-Entonces hay una posibilidad de que Jack sea hermano de papá -tragué saliva-. Tú y yo podríamos ser primos.
Sonrió avergonzada mientras negaba con la cabeza.
-De eso nada, Ted. Tú y yo no estamos emparentados de ninguna forma -sonrió coqueta, pasando lentamente la mano por mi pecho-. Al menos no de esa forma.
Sonreí aliviado.
- ¿Cómo estás tan segura?
-Te lo diré luego. Debemos ir a un lugar seguro. William podría estar buscándonos.
Una idea pasó volando por mi mente.
-Ya sé a quién podemos pedirle ayuda.
Cuando mamá se entere de que he venido a casa de Bobby, va a regañarme como si aún tuviese cinco años. Ella piensa que él es una mala influencia para mí. Quizá tenga razón: él fue el que me metió en el estilo de vida "sexo y alcohol" desde los quince años.
Pero él era quien más cerca estaba. Ocupado follándose a una zorra, sí. Pero estaba.
-Más vale que sea de vida o muerte, Grey, o te patearé el culo.
Tenía puestos unos calzoncillos ajustados que no dejaban mucho a la imaginación. Los ojos estaban más oscuros de lo normal y el ensortijado cabello azabache de "chico malo" estaba despeinado. Oh, apenas iba empezando.
-Necesito que me prestes tu móvil y tu coche -le solté de golpe.
Enarcó una ceja. Fue entonces cuando reparó en la presencia de Amanda.
- ¿La chica está casada? -preguntó en tono jocoso.
-No.
- ¿Tiene un novio violento? ¿Un familiar? ¿Un amigo?
- ¿Qué diablos...? No, Bobby.
- ¿Entonces por qué aparecen así frente a mi puerta: tú descalzo y ella casi desnuda? -sonrió burlón-. Y con esa camisa.