Capítulo setenta.
Joe presionaba un montón de botones mientras se comunicaba con alguien por radio. Había visto a papá hacerlo desde el Charlie Tango. Siempre preferí el jet. Se me hacía más seguro.
-Todo listo, señor -anunció él.
Asentí. Junto a él había un hombre alto, pero no pude observarlo bien porque estaba inclinado hacia un lado. Agité la cabeza y caminé de vuelta hacia Amanda. Ella tenía ya el cinturón puesto. Lucia nerviosa, aunque trataba de no dármelo a notar.
- ¿A dónde vamos? -me preguntó en cuanto me hube sentado.
Agité los hombros.
-No lo sé -susurré.
- ¿Cómo que no sabes?
-No lo sé -remojé mis labios-. Aun no me decido.
- ¿Qué tal si no nos vamos? -bufó-. Vas a preocupar a tu familia.
-Podrán soportar unos días sin nosotros. De todos modos, no vivimos con ellos.
-Ya lo sé, pero Ted... -pasó sus dedos por mi rostro-. No podemos huir. Mucho menos así: sin avisar. Con lo obsesivo que es tu padre con la seguridad y su paranoia de estos días puede pensar que Jack nos tiene.
-Lo llamaré cuando lleguemos.
-Pero, ¿lleguemos a dónde? Ni siquiera tú sabes a dónde quieres ir.
Tomé su mano entre las mías y besé sus nudillos.
-Sólo será por un tiempo -ronroneé.
Amanda sonrió tímida.
-Estás asustado -susurró nerviosa-. Yo también lo estoy. Pero no por Jack. Por ti. Se vale tener miedo, Ted, pero me duele verte así.
Silencio.
-Dime algo, por favor -frotó su nariz contra la mía-. Sé que hay una parte de ti que está muy asustado, pero no lo quieres admitir.
-No estoy asustado -mentí-. Sólo creo que merecemos esto: un tiempo a solas, sin preocupaciones.
-Ted...
-Sh, nena -presioné mi boca contra la suya-. No hablemos más.
Suspiró y se rindió cuando volví a invadir su boca. Deslicé mis manos por su cintura, subiendo lentamente por su espalda. Mis dedos rozaron la cremallera del vestido. Noté como se estremecía. A lo lejos, como si estuviera a metros de distancia, escuché las turbinas del jet. Estábamos despegando.
-Nos van a ver -susurró contra mi boca.
Tenía los ojos cerrados. Al observar su rostro, pálido y encantador, había caído en la cuenta. No estaba huyendo de Jack, ni huyendo de lo que podría hacernos. No huía por el simple hecho de querer alejarme de tantos problemas y amenazas. Estaba huyendo porque tenía miedo a que le la arrebataran. A ella. La mujer más increíble, adorable, valiente, luchadora e y la que me hacía sentir completo.
Mis ojos la contemplaron repentinamente de una manera diferente. Sus rasgos suaves y delicados, los ojos levemente fruncidos a medida que mis manos acariciaban su espalda, sus labios entreabiertos, rosados y rellenos, sus pecas dispersas por su pequeña y encantadora nariz.
-Una Hyde -susurré.
Amanda abrió los ojos de golpe.
- ¿Sabes lo loco que suena eso? -sonreí-. Mi padre y tu padre se odian.
Tragó saliva.
-Pero a su hija... -acaricié su labio con mi pulgar-. Daría la vida por ella.
Una pequeña sonrisa se asomó por sus labios. Pequeña apenas, una sonrisilla nerviosa, pero sonrisa al fin y al cabo.
-Yo daría la mía por ti -musitó.
Sonreí.
-Lo sé, nena -la envolví en mis brazos tanto como pude- ¿Qué te parece si nos vamos a la cama?
Soltó una risilla.
- ¿Hay una cama aquí?
-Sí -le di un beso en el pelo-. Es bastante cómoda.
Deslizó su mano por mi pecho, arriba y abajo, como una suave caricia.
-Así que, ¿prefieres pasar el tiempo conmigo en una cama? -preguntó quedamente.
Inhalé el delicioso aroma de su cabello con los ojos cerrados. Mm. Fresas.
-El sexo contigo es algo maravilloso. Algo sublime, cálido y puro -le di un beso en el pelo-. Si te digo que quiero ir a la cama contigo, no necesariamente significa que quiero tener sexo contigo. Significa que quiero recostarme en la cama junto a la mujer que amo.
Suspiró.
-No puedes simplemente decir eso y esperar a que no me afecte -canturreó.
- ¿Y qué quieres que te diga? Te amo. No hay una sola cosa que no haría por ti.
- ¿Puedo tomar partido de eso y decirte que regresemos a Seattle?
Hice una mueca. Regresar no es una opción. Estaba decidido a tomarme un tiempo lejos de Seattle.
-No -siseé-. Para nada.
-Pienso que es más seguro si permanecemos todos cerca. Lejos somos vulnerables.
-Somos vulnerables estemos donde estemos. Si Jack quiere hacer daño, nos va a alcanzar. Tú y yo necesitamos alejarnos de esta oscura problemática. Merecemos olvidarnos unos días de que soy hijo de Christian Grey, que tu padre es Jack Hyde y que ellos se odian. Nos lo merecemos -suspiré y me puse de pie, halando de ella-. Arriba, nena. Nos vamos a la cama.