Cap.26

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Capítulo veintiséis.

La observé un rato mientras dormía. Estaba recostando al espaldar de la cama y Amanda tenia la cabeza sobre mis piernas, durmiendo plácidamente. El cabello estaba regado sobre mis muslos observaba como la respiración acompasaba proporcionaba un ruidito placentero. No era nada comparado al manojo de nervios que había sido hace tres horas, cuando no había parado de llorar y gritar tras la noticia. Aunque farfullaba algunas cosas mientras dormía, era mucho más placentero escucharla que presenciad de nuevo otro ataque de nervios.

Y por primera vez en horas tuve tiempo de pensar.

Su padre muerto. Ahora bien ¿Quién era? ¿Jack? ¿Por qué era necesario tantos espacios en blanco? Nuevamente intenté enumerar las cosa que sabía.

Lo que cuadraba:


Jack está en prisión.

Tiene motivos para desear vengarse, así que perfectamente podría estar planeando todo esto.

Lo que no encajaba: 

Tiene dos hijos, uno de ellos es mujer y se llama Amanda. La información de Amanda Hyde describe una mujer pelirroja, la Amanda que conozco no ¿Y que hay de William? ¿Por qué no aparece nada de él?

Había hablado de su supuesta familia con verdadera devoción e incluso aquí estaba: llorando la muerte de su padre. Pero, ¿qué padre?

Jack es Hyde; Amanda, Sandford. ¿Era adoptada o cambio de identidad?

Si su hermano era William ¿Por qué John es al único que menciona como su hermano?

¿Qué hacia Amanda aquella madrugada con un arma?

¿Para que fue a ver a William? ¿Con qué fin?

Amanda se agitó un poco y soltó un gemido. Le acaricié suavemente el pelo y poco a poco se fue relajando. Movió los brazos un poco y dejó al descubierto algo que me dejó helado. Cicatrices. John le había quitado las pulseras y el reloj, dejando desnudas ambas muñecas. Unas viejas cicatrices surcaban sus muñecas, dibujándose entorno hacia arriba arropando suavemente el dedo pulgar de la mano derecha. En la izquierda tenia una delgada línea, casi invisible, que llegaba casi hasta el codo. La única forma de verla es estar demasiado atento.

Por Santo Cristo, ¿cómo pudo haberse echo esas cicatrices?

—Mamá… —murmuró ella dormida.

Se agitó un poco y el cabello rodó hacia un lado, dejando al descubierto una línea marcada por otra cicatriz que desaparecía por la ropa. Toqué con cuidado la cicatriz de la espalda y un estremecimiento extraño me recorrió el cuerpo entero. Cicatrices, por Dios. Cicatrices viejas que han de contar una historia

¿Pero que historia?

Por la habitación retumbo la melodía de Your Love Is King. Estiré el brazo para tomar el móvil. Cuando la melodía comenzó nuevamente presioné el botón para contestar.

—Grey —murmuré.

— ¿Estas en tu departamento o a donde te fuiste?

Uf, Phoebe.

—Estoy en mi departamento, pequeña ¿Por qué?

— ¿Por qué hablas tan bajo?

—Porque Amanda está dormida y no quiero despertarla.

—Oh, cierto. He olvidado que la llevaste contigo. Por cierto, ¿Cómo esta?

—Ha costado mucho que se quede dormida, pero emocionalmente ha de estar del mismo ánimo.

Phoebe permaneció en silencio unos cuantos seguros.

—Imaginar que podría ser yo quien perdiera a papa me duele, Ted.

Repentinamente recordé aquel sueño:

“Papá sonreía luego de haberse despedido de mamá. El Charlie Tango explotaba mientras papá lo piloteaba. Veía como mamá le gritaba, llorando totalmente desesperada, que no podía abandonarla”.

Me estremecí. Si, la sensación es espantosa.

—Papa está bien, Phoebe. No te preocupes.

—Yo se que está bien, sólo que trato de imaginarme como ha de sentirse la pobre de Amanda. Si la sensación de perder a papa algún día me deja un hueco en el estómago, no quiero imaginar como ha de ser perderlo de verdad.

Amanda se agitó con brusquedad y gimoteó. Se había despertado.

—Phoebe, te llamo mas tarde.

—Pero tengo que decirte que p…

Colgué antes de que terminara. Amanda se movió con brusquedad en la cama y el móvil cayó al suelo. La envolví con mis brazos en cuanto vi que quiso ponerse en pie.

— ¿Dónde esta John? —preguntó con voz ahogada.

—Ha ido con tu madre.

Inhaló profundo.

—Por favor, llévame a verlo —gimoteó débil—. Necesito ver a mi papá, Ted.

—Lo veras, nena. Solo tienes que tranquilizarte un poco. Estás muy nerviosa.

—Es que no me entiendes —dejó de luchar y permitió que la abrazara—. Bruno me salvó la vida.

— ¿Bruno es el nombre de tu padre?

Asintió. Nota mental: Bruno Sandford.

— ¿Quieres hablarlo? Quizá si sacas el dolor te sentirás mejor.

Jadeó.

—Bruno era un hombre tan bueno, tan tierno, tan risueño… —ahogó un gritito—. No puedo creer que esté muerto, Dios.

Campanas de advertencia sonaron en mi mente. Un segundo…

— ¿Por qué le llamas Bruno? Quiero decir: lo llamas papá y ahora lo llamas por su nombre.

Rió amargamente.

—Es difícil explicarlo, Ted. Ni siquiera podrías entenderlo.

— ¿Y por qué dices que te salvó la vida?

—Porque tomó a una niña sucia y miserable y la convirtió en su princesa.

Ahogué un jadeo.

— ¿Te adoptó?

Asintió. Mierda, a esto quería llegar. Debía aprovechar la oportunidad, aunque la vía no sea la mejor.

— ¿Y quien es tu padre biológico?

Su cuerpo entero se tensó.

—No quiero hablar de ese cabrón. Es un hijo de puta que salió de mi vida.

Uf… ¿Amanda se enojó?

Cincuenta sombras y luces de tedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora