Cap.12

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Capítulo doce.

Horas más tarde veo como el pelirrojo abandona el bar. La cabeza me late con fuerza, por la cantidad de alcohol que he bebido desde anoche. Me levanto del asiento y experimento la sensación de dar vueltas en el mismo eje. Las luces me enloquecen y siento que voy a perder el equilibrio en cualquier momento. De este modo, vuelvo a sentarme. Rebusco entre mis bolsillos mi móvil. Oh, oh. Diecisiete llamadas perdidas. No quiero mirarlas, pero la bebida me nubla la razón y las veo. Una de mamá, cuatro de papá, nueve de Phoebe y tres de Wallace.

Oh, mierda.

Busqué el número de Wallace y presioné la tecla de llamar.

— ¿Ted? Dios mío, ¿Ted? ¿Estás bien?

El corazón se me encogió. Era Phoebe y estaba llorando.

— ¿Qué es ese ruido? —soltó una maldición—. Mierda, contesta.

—Estoy en un bar —grité para que pudiera escucharme—. Phoebe, ¿estás con Wallace?

— ¡Maldición, si! —chilló con fuerza. Incluso con la alta música fue capaz de dejarme sordo unos segundos—. Estaba asustada. No contestabas el teléfono y papá me llamó porque no contestabas y necesitaba hablar contigo ¡Y tú, grandísimo idiota! 

—Phoebe, mierda. Deja de gritarme, ¿quieres? Pásame a Wallace.

— ¡No!

—Phoebe, por favor. Estoy demasiado borracho para manejar. Ni siquiera puedo permaneces un minuto en pie.

—Yo le digo, Grey. ¿Dónde estás?

—No lo sé.

—Suficiente ¿Dónde estás?

—Que no lo sé, ¿sí? Vi que era un bar y entré.

— ¿Qué queda cerca de él?

—Esta como a cinco o diez minutos de Grey Enterprises.

—Entendido.

Colgó ¿Cómo podía ser una preocupona nivel quince y luego ser una copia de Christian Grey en menos de un minuto? La cabeza me da vueltas. Me sostengo de la barra con fuerza para no caerme. La silla parece dejar de darme estabilidad. Le pido al cantinero un poco de agua.

—No servimos agua, señor.

— ¿Qué clase de bar es este que no sirve agua?

—Se nos acabaron las botellas —responde ofendido.

Bufé en respuesta e intenté mantener mi atención en algo para no caer al suelo. Revisé el móvil: las 9:15 p.m. Maldita sea, era tarde. Papá va a armarme pelea cuando lo llame. Me puse en pie y dejé que el mareo y las sensaciones de estar cayendo se desvanecieran. Caminé y caminé hasta salir del bar. El aire estaba más limpio, frío y desde luego más calmado. Me apresuré a tomar el móvil para marcar el número de papá. Cuando comenzó a sonar, la idea razonable del cambio de horario me vino a la cabeza. Podría estar durmiendo. Sin embargo, contestó al cuarto tono.

—Ted, ¿estás bien?

—Eh, papá. Lamento haberte preocupado a ti y a Phoebe.

— ¿Dónde estabas?

Vaya, su voz era normal. No estaba molesto.

—En un bar.

Esperé su descarga. Nada.

—Bueno, puedo oí que estás hasta la bilis de borracho. Supongo que todo esto ha sido demasiado para ti. Entiendo.

Suspiré.

— ¿No estás enojado?

—No, Ted. No podía esperar que te cayera todo esto encima y no sintieras que es demasiado. Incluso para mi es agotador y he tenido que lidiar con situaciones como esta a menudo. Además, me has llamado. Lo que significa que aun estas un poco lúcido.

Lo escuché reír bajito. Seguro no ha de querer que mamá se despierte.

—Oye, Ted. Tu madre y yo hemos decidido suspender el viaje.

Gemí de frustración.

—Pero han estado planeándolo tan emocionados.

—Sin embargo no hemos podido disfrutarlo. Cuando todo esté más calmado, podremos organizar otro.

— ¿Están seguros?

—Sí. Tenemos que ocuparnos de un detalle y regresamos. Nos tomará dos, quizá tres días.

— ¿Qué detalle?

Se echó a reír.

—Es una sorpresa, muchacho.

—Está bien —sonreí. Observé el auto de Wallace estacionarse frente al bar—. Tengo que colgar. Le he pedido a Wallace que venga por mí. En el escala del uno al diez, creo que estoy un doce de borracho.

Se echó a reír.

—Entonces me alegra que llamaras a Wallace. Si ocurre algo nuevo, llámame.

—Lo haré.

Colgué. Del auto de Wallace bajaron él y Phoebe. Fruncí el ceño en señal de desaprobación.

— ¿Qué haces aquí, Phoebe?

Ella cruzó los brazos y me miró molesta.

—Vine a buscar al borracho de mi hermano, ¿a qué más?

Me eché a reír. 

—Eres un ángel, hermanita.

Caminé algunos pasos para abrazarla, pero me tropecé y caí. Phoebe y Wallace me ayudaron a ponerme en pie.

—Quítale las llaves del coche —le dijo Wallace a Phoebe.

Ella metió las manos en los bolsillos y las sacó. Me eché a reír.

—O dejas de reírte o te patearé el culo.

De un momento a otro me sentí ya sentado en el cómodo asiento del auto de Wallace. Él rodó el auto y entró por la puerta del conductor. Aceleró casi de inmediato. Miré por el espejo y vi los asientos vacíos.

— ¿Dónde está Phoebe?

Wallace bufó.

—Está conduciendo tu auto.

Me quejé por lo bajo, balbuciendo algo que ni yo mismo entendí.

—Estás más borracho de lo que alguna vez fui capaz de ver en mi padre ¡Y era un maldito ebrio!

Me eché a reír.

—Pero no era mujer —fruncí el ceño—. Las mujeres te debilitan.

Y luego me quedé profundamente dormido.

Cincuenta sombras y luces de tedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora