Capítulo cuarentaiuno
Estacionamos el auto frente a la casa. Amanda estaba luchando por mantener los ojos abiertos, lo cual era frustrante. Bajé del auto y lo rodeé para abrirle la puerta. Lo primero que hizo fue lanzarse a mis brazos. Le besé el pelo mientras la cubría con mis brazos. Oh, estaba fría.
- ¿Tienes frío? -le pregunté en voz baja.
-Ted, Cristo. Tú vienes mucho más cubierto que yo.
Sonreí. Oh, es cierto. La acuné un poco más y la llevé hasta el interior de la casa. Apenas la puerta se cerró, vi como toda esa gente aparecía: mamá, papá, Phoebe, Wallace, los de seguridad, Jason Taylor, Sophie, su hija, e incluso la madre de Amanda, John y una mujer que cargaba un niño de dos o tres años.
- ¡Oh, Amanda! -gritó John cuando se lanzó sobre ella para abrazarla-. Cristo, nena. Estaba tan preocupado.
-John -gimoteó-. No puedo respirar.
Él la soltó, pero los brazos de Stella la cubrieron. Amanda se aferró a ella, buscando ese calor que ha de haber extrañado.
-Tilgiv mig, mor -se disculpó en un elegante danés.
-Te eché mucho de menos, mi cielo. ¿Por qué te fuiste así? Estaba tan preocupada.
Sonreí cuando Amanda besó a su madre en ambas mejillas. Alguien rodeó mi cintura con las manos. Oh, ese calor...
- ¿Estás bien, cariño? -preguntó mamá.
Me giré para devolverle el abrazo. La imagen me destrozó. Tenía los ojos rojos he hinchados.
-Estoy bien, mamá -besé su frente-. Tranquila.
- ¡Ted!
Alcé la mirada para ver como Phoebe me saltaba encima para abrazarme, con una cascada de lágrimas brotando de sus ojos ¿Por qué las mujeres de esta familia son tan emocionalmente sensibles?
-Que estoy bien, por el amor a Dios -musité.
Papá me observó desde una distancia promedio ¿Qué? ¿También has a llorar sobre mi hombro, Grey?
-Creo que deberíamos pasar a la sala -dijo-. Ambos deben decirnos que es lo que ha pasado.
Miré a Phoebe. Le di un beso en el pelo para calmarla.
- ¿Podrías prestarle algo de ropa a Amanda? No ha tenido tiempo de ponerse algo presentable.
Miró disimuladamente hacia ella. Estaba enfrascada en una conversación incómoda, donde John, su madre y la mujer que llevaba al niño cargando le hablaban al unísono.
-Y si puedes liberarla un poco de esa escena, te lo agradecería. Está muy cansada.
Luego de soltarme, me golpeó con fuerza en el brazo. Hice una mueca de dolor.
- ¿Y eso por qué fue? -bramé.
-Por ser impulsivo, descuidado, irresponsable y por asustarme.
Le sonreí burlón.
-De nada.
Ella me sacó la lengua y observé como alejaba a Amanda lentamente de la jauría de lobos hambrientos que la rodeaban. Ella me lanzó una mirada cansada a medida que subía las escaleras junto a Phoebe.
-Vamos a la sala -dijo papá tan autoritario como siempre.
Pasamos todos a la sala, un lugar tan enorme que cabíamos todos sin problemas, y tomamos asiento. Comencé a explicarles desde que todo comenzó a empeorar, sin profundizar demasiado que cuando escuchamos los ruidos Amanda y yo estábamos haciendo el amor sobre el cómodo y mullido suelo del vestíbulo, hasta que llegamos a la puerta de la casa. Mamá miraba a papá constantemente, nerviosa.
-Christian, ¿qué piensas? -le dijo ella bajito.
Papá se rascó la barbilla. Sus ojos estaban tensos y cansados. Parece haber envejecido unos cuantos años.
-No sé qué ha pasado. Seguridad no tiene idea de cómo pudo haber entrado -acercó a mamá por la cintura-. ¿Qué estaba buscando William en el Escala? No creo que sólo sea para matarte.
«Las fotos»
Me removí inquieto en el asiento. Repentinamente escuché pasos bajando por la escalera. Daba por sentado que eran Amanda y Phoebe. Pero no, era sólo mi hermana.
-Este, Ted -hizo una mueca extraña-. Amanda no se siente muy bien.
Me paré de golpe. Cuando había caído en la cuenta de que me estaba moviendo, tenía a Phoebe frente a mí.
- ¿Qué tiene?
-Se puso muy pálida. La vi correr al baño para vomitar.
Stella se acercó unos pasos.
-Amanda siempre termina vomitando cuando se siente bajo mucha presión -dijo.
Sé que dijo algo más, pero para el momento en que caí en cuenta de que lo hacía ya me hallaba caminando hacia la habitación. Estaba recostada sobre la cama de Phoebe, hecha un ovillo con los ojos cerrados. Tenía puesta una pijama de invierno rosado, con un estampado que recordaba decía "Todo lo que necesito es un buen vaso de vino", y aun así estaba arropada. Caminé hacia ella y me metí a la cama. Le rodeé el vientre con el brazo y me acurruqué contra ella. Le besé el pelo y noté como sonreía.
-Perdona que no haya bajado -se acurrucó más contra mí-. Me ganaron las náuseas.
-Sh, tranquila. Entiendo.
La oí suspirar.
-Aunque sigo diciendo que he venido sólo a causarte problemas, me hace bien que estés aquí conmigo.
-Tenerte conmigo me hace bien, Amanda.
-Pero por mi culpa mi hermano casi te mata. Ninguno de los dos está seguro mientras él y Jack estén por ahí, libres.
Acaricié su mejilla con la punta de mi nariz.
-Te amo. Haré todo lo que este en mi poder para protegerte. No puedo imaginar mi vida sin ti.