Cap.81

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Capítulo ochentaiuno.

Al llegar a la habitación de Amanda, me encontré a Taylor entre medio de dos sujetos con traje. Los de seguridad, seguramente. Los de seguridad, seguramente. Taylor tenía las manos cruzadas por delante, la barbilla alzada y lucía increíblemente serio. Mejor dicho: enojado. Revisé que aún tuviera los papeles en el folder. Perfecto.

-Hola, Taylor -lo saludé.

Asintió una vez.

-Buenas noches, señor -musita cauteloso.

- ¿Papá te puso a vigilar la habitación?

Agitó la cabeza.

-Se lo he pedido yo.

Le sonreí burlón.

-Me parece que estás molesto.

Tensó la mandíbula.

-No, señor Grey.

-Lo estás -hice una mueca-. Trabajar para los Grey es complicado, sobre todo si somos tan impulsivos.

Taylor no sonrió, pese a esperar calmar las aguas.

-No se preocupe por eso, señor -dijo-. Me he acostumbrado al trabajo duro.

Vi que la comisura de sus labios se alzó un poco. Quizá papá y yo estábamos perdonados. Taylor se hizo a un lado para permitirme pasar.

-Su hermana está dentro -anunció.

Hice una mueca. Phoebe...Siempre sabes cómo arruinarme el momento.

-Qué remedio -dije suspirando.

El no-me-se-su-nombre de la derecha abrió la puerta para dejarme pasar. Me sorprendió que, a medida que iba entrando, la habitación resultara tan enorme. Quiero decir: es un hospital, no un hotel. Lo más parecido a un hospital eran las paredes blancas y las pequeñas ventanillas. La cama era una deliciosa cama ComforPedic, supongo para que hiciera la misma función de arriba-abajo que una normal de hospital, cubierta por un edredón azul grisáceo. Los aparatos médicos a ambos lados de la cama junto a unas coquetas de madera gris. Observé las cortinas en las ventanas: blancas, como la pared, con un precioso dibujo tejido de un delfín.

-...pero yo le avisé que estabas bien -Phoebe gimoteó-. Ted no ha sabido darle noticias a tu familia ¡Estaba como enloquecido! Era raro verlo como si...

-Eh -dije-. Deja de hablar a mis espaldas.

Me sacó la lengua. Phoebe podía ser muy niña cuando quería.

-Sólo estaba entreteniéndola -la señaló con ambas manos-. He tenido que hacer milagros para que se quede recostada ¡Simplemente no quiere hacerme caso!

Hice una mueca. Amanda clavó sus ojos azules en los míos, brillando de amor y emoción. Sonreí como un crío y acorté a grandes pasos la distancia que nos separaba. Extendió sus pequeños brazos hacia mí para que la abrazara. Deslicé mis manos cuidadosamente por su cintura y nuestras bocas se acercaron lentamente, saboreándose con caca pequeño y tierno rose. Cada uno de mis músculos se relajaron al instante.

-Te extrañé -ronroneé.

Amanda cerró los ojos con fuerza y chilló como si estuviese herida.

-Yo también -abrió los ojos de golpe. Brillaban por las lágrimas-. Ye extrañé tanto, Ted.

Deslicé mis dedos por su rostro mientras la besaba. Su cuerpo se relajó al contacto. Sus manos se movieron lenta y tranquilamente por mi pecho, los costados (obligándome a soltar una risa por las cosquillas), hasta abrazarme por la cintura, aferrándome a ella.

Cincuenta sombras y luces de tedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora