Capítulo treintaidós.
Conecté el IPod al reproductor manos libres, que llevaba exactamente dos meses sin ser usado. El silencio en el Escala era devastador, como si acabase de pasar una tormenta y fuera consiente de los daños. Sincronicé el aparato para que la música que sonara fuera de alguna emisora. Al darle dos click al azar. Música latina. La voz de una mujer seductora y relajante cantaba a un ritmo árabe, pero en claro español. Al cerrar los ojos, recordé el sabor de unos besos robados y un par de ojos verdes traviesos que me observaban. A la mujer la acompañaba un hombre que candaba: “La lengua del amor, muchacha. La lengua de la pasión, mi amor.”
La imagen de unas caricias suaves y tiernas me estremeció. El nombre de aquella mujer se me escapó de los labios como por arte de magia.
Amanda…
Agité la cabeza y al abrir los ojos decidí cambiar de emisora. Una mujer británica cantaba en inglés, aun ritmo moderno. “We playing with love tonight….”
Jugamos con el amor esta noche…
—Oh, maldita sea —bramé mientras cambiaba de nuevo la emisora.
Una música suave, algo romántica, cantada por una banda británica.
…”And I’m in love with you…”
Oh, esa canción…
…”and all this little things”.
Halé con fuerza el IPod y lo golpeé con fuerza contra el suelo. La canción dejó de escucharse por la habitación. En ese momento no se oía nada. Me dejé caer sobre el sofá blanco y oculté mi rostro entre mis manos, desesperado. Ha pasado demasiado tiempo, Dios. Dos meses. Dos malditos y largos meses extrañándola. De todas las mujeres en este maldito mundo, ¿Por qué ella? ¿Por qué la hija de Jack? ¿Por qué una mujer que huye de ella misma?
—Santa madre de Dios.
Al oír su voz, no hice nada. Por primera vez en mucho tiempo quería estar solo. Quería permanecer en silencio mientras mi desesperación se esfumaba lentamente. Sin embargo no lo hacía.
—Cielos, ¿qué hiciste?
El sonido de los tacones yendo de aquí para allá llenó el silencio. De un momento a otro el sonido acabó frente a mí. Sentí su cálida caricia sobre la piel de mi mano mientras trataba de exponer mi rostro.
—Ted, mírame.
Gimoteé por el estrés.
—Cariño, por favor…
Cuando mis manos cedieron ante su insistencia, noté que de mis ojos caían lágrimas como lluvia en verano. Sus delicados dedos la secaban, pero casi al instante nuevas lágrimas brotaban. Su rostro se descompuso por el dolor y por un instante me imaginé que asi ha de verse el mío. Un dolor agudo, punzante, asfixiante…
—Oh, mamá —besé el dorso de su mano con desesperación—. Estoy tan asustado.
—Sh —musitó con calma mientras me envolvía con sus pequeños brazos—. Lo sé, cariño. Tranquilo, cielo.
—No sé qué hacer —gruñí—. Estoy tan asustado que no sé qué hacer.
—Oh, Teddy. No tengas miedo.
La envolví con fuerza mientras lloraba contra su pecho. La calidez de esta mujer me desarma totalmente. Mientras permitía que llorara, abrazado a ella como un crio de cinco años que acababa de despertar de una pesadilla, acariciaba mi brazo con un tacto increíblemente suave.
— ¿Cómo supiste que iba a necesitarte esta noche?
Ella suspiró.
—Phoebe, la pequeña FBI. Ha dicho que estabas mal, peor que las veces anteriores que me llamaba para decirme.
Gruñí.
— ¿Qué voy a hacer, mamá? —inhalé profundo su aroma—. No sé qué hacer. No, yo…No sé…
— ¿La quieres, verdad?
Permanecí en silencio un minuto entero. Vaya, Jesús, esto dolía.
— ¿Podría ser muy malo? —pregunté con un hilo de voz.
Ella soltó una dulce carcajada.
—Oh, Ted. No, cielo. No sería tan malo.
—Pero, ya sabes, es la hija de Jack.
—Sí, pero no es Jack.
La piel se me erizó mientras me separaba de ella. Sus ojos azules, como los míos, eran los más dulces y comprensivos que jamás he visto. Por eso esta mujer era la mejor madre del mundo.
—Amanda cree que, siendo su hija, es como él. ¿Por qué tiene que ser tan complicado?
Hizo una mueca.
—Voy a contarte algo, Ted. Es un secretillo.
La halé de la cintura para que se sentara junto a mí. Esta vez la envolví con mis brazos, recibiendo el amor que ella me daba atreves de aquel simple acto.
—Cuando yo tenía tu edad, mi mejor amiga tenía una cita muy importante. No era cualquier cita: iba a darle una entrevista a uno de los más importantes magnates en la industria. Su nombre era Christian Grey, el flamante, atractivo y soltero propietario de Grey Enterprises.
Oh, mierda. Papá…
—Sin embargo, ella enfermó. Utilizó sus mejores armas contra mí y me engatusó para que yo fuera por ella. Ese día, pequeño diablillo, cambió mi vida para siempre. Conocí al hombre de mi vida, el que ha puesto el mundo a mis pies y lo más importante: me ha dado la familia que tanto amo.
Mamá me acarició el pelo.
—Pero tu padre no era un hombre común y mucho menos corriente. Era un dominante, un obseso del control, autoritario y directo. Yo era una sumisa ante sus ojos.
¿Por qué mierda tengo el presentimiento de que no hablaba exactamente del carácter?
—Christian y yo no teníamos tantas cosas en común, Ted. Tenía muchas cosas, yo no tantas. Christian lo tenía todo, excepto yo. Pero para poder estar juntos pasamos por muchas cosas.
—Pero tuvieron tiempo de conocerse, ese es el punto. Amanda no estuvo cerca de mí ni una semana.
Ella soltó una risilla.
—No necesitas un año para enamorarte. Cuando vi a Christian por primera vez fue suficiente para tenerlo en mi mente por mucho, mucho tiempo. No confiaba en él, pero él en mí sí. Después de todo, Christian me consideraba la mujer más atractiva del mundo, pero yo no.
Fruncí el ceño.
—Tú eres preciosa —hice un puchero—. Perfecta.
Ella me besó el pelo.
—El punto, Ted, es que amar no importa. Lo que importa es si lo haces de verdad, o es mera obsesión.
— ¿Obsesión como qué?
—Verla como una vía de escape, como algo que te ayudaría por un tiempo a estabilizarte. Usarla.
—Uf, mamá. Ella si es una vía de escape. Es una chica normal y sencilla. Natural. Me mantiene atado, con los pies sobre tierra.
— ¿Y eso sería solo por un tiempo?
—Aun con estos dos meses de infierno, ella aun me mantiene con los pies sobre tierra. Atado con fuerza.
No pude verla, pero sabía que estaba sonriendo.
—Mi niño pequeño está enamorado.
Hasta mañana, pues♥ Iba a subirles uno adicional, pero tengo cositas que hacer y no me daba el tiempo.