Cao.34

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Capítulo treintaicuatro.

Papá y Phoebe estaban pálidos.

Mamá sonreía, pero la preocupación por ver a papá y a Phoebe en ese estado le empañaba la emoción.

Sin embargo, lo que yo sentía en ese momento no podía ser descrito con una sola palabra. Aquella Amanda, después de todo, no era la que rondaba mis pensamientos. Aquel cabello castaño y los ojos verdes habían desaparecido. Frente a mí había una hermosa mujer de cabello rojo como la misma pasión y unos ojos azules centellantes, tan penetrantes y vitales que me estremecieron el cuerpo entero.

Distintas, sí, pero iguales.

Aquel reguero de pecas era mucho más notable, cubierto por una ligera capa de sudor. Se le veía cansada, pero por un momento pude notar que aquel huracán de sentimientos que estaba experimentando en este instante anidaban con fuerza en su pecho. 

Había planeado miles de cosas que decirle cuando la viera, pero la que salió de mi boca fue la única que no pensé soltar tan de golpe.

— ¿Dónde mierda te metiste? —gruñí.

Pese a todo, vi cómo se ruborizaba. Oh, por favor…

—Tenía que venir a contarles algo. Es, em, importante.

Uh, oír su voz era exquisito. El huracán en mi pecho subió de categoría uno a dos.

— ¿Se puede saber qué es?

La vi enarcar una ceja. Vaya, la retadora nivel uno ha vuelto. Papá se puso de pie, sin darle oportunidad a la chica desaparecí-porque-quise-y-punto hablara.

—Amanda ha ido a resolver unos pendientes a Alabama y Detroit —papá se pasó las manos por el pelo—. Jack ha tenido contacto con medio mundo, empezando con su hermano. De alguna manera se las ha arreglado para preparar algo con lo que pueda vengarse.

—Jack tenía amistades viejas en Detroit —habló Amanda—. Le debían favores, así que se los ha estado cobrando desde la cárcel. Es un sujeto que te rompe las pelotas —bufó—. Te hace un infierno portátil esté donde esté.

— ¿Y cómo sabes eso? —pregunté.

Ella pareció dudarlo, pero al final simplemente suspiró.

—Fui a verlo a la cárcel, después que…bueno.

—Después que me dejaras —le espeté de mala gana.

Por un instante la habitación quedó en silencio. Ella me miró fijamente. Azul contra azul. Luego oí las risas de mis padres.

—Oh, es tu hijo —chilló mamá, presionando el vientre—. No hay duda.

El huracán categoría dos se volvió categoría cinco en un abrir y cerrar de ojos.

— ¿Qué están gracioso? —gruñí.

Phoebe se puso de pie de golpe, con el rostro lívido.

—Bueno, ya. N-no.

Ella calló y estalló en lágrimas. En ese momento supe que algo malo estaba sucediendo.

—Phoebe… —caminé hacia ella y la abracé. Sus pequeños brazos me rodearon al instante—. Oh, nena. No llores.

Escuché a papá suspirar.

—Ted, hay algo que debemos decirte.

Repentinamente llegamos al ojo del huracán. Oh, mierda. Ese tono de voz no era agradable.

—Por alguna extraña razón nadie nos supo dar razones hasta esta mañana, cuando la misma Amanda atravesó la puerta de esta oficina —papá se aferró a mamá—. El asunto es que Jack escapó de la cárcel.

Mi corazón latió como loco. Vi como mamá se ponía pálida y se aferraba del brazo de papá. Amanda sólo se limitó a bajar la cabeza.

— ¿Escapó de la cárcel? —gruñí— ¿Cuándo?

—Hace dos días —papá suspiró—. Desde hace dos días ese imbécil anda libre por las calles.

Miré a Amanda, que se movía inquieta de un lado para otro.

— ¿Tú lo sabías? —le espeté de golpe.

Ella me miró. Una mirada débil, frágil…

—Regresé porque sabía que tenía aún más cola que le pisen —tragó saliva—. Descubrí que la familia a la que había intentado asesinar era la tuya. ¡Y, mierda! Yo no quería volver, porque no tengo cara para mirar a tu madre, ni a tu padre y mucho menos a ti.

— ¿Por qué a mí?

—Tú pudiste haber muerto, Ted. Cuando Jack secuestró a tu tía para que tu madre fuera a rescatarla, la golpeó. Ella pudo haberte perdido, ¿entiendes? 

Y en ese momento comprendí su desesperación. Se halaba del cabello, como si miles de personas la señalaran y le hablaran a la vez. Debí reconfortarla, pero nuevamente las palabras que salieron de mi boca no fueron las apropiadas.

—Tu padre es un cerdo.

La vi inhalar fuerte por la nariz. No movió un solo músculo, ni siquiera para pestañar.

—Tienes razón.

Giró sobre sus talones y caminó hacia la puerta. Afortunadamente pude detenerla por el brazo.

— ¿A dónde mierda crees que vas? —gruñí.

—Oye, vine para contarle a tu padre lo que averigüé. Vine a pedirle disculpas por lo que les ha hecho Jack, a disculparme por todos los problemas que esto les ha causado y ya me voy. Así que, por favor, suéltame.

Le sonreí burlón.

— ¿Y permitir que desaparezcas por dos meses más? Nena, no soy tan estúpido.

—No voy a desaparecer dos meses.

— ¿No?

—Simplemente no voy a regresar.

Apreté su brazo con un poco más de fuerza y la atraje hacia mi cuerpo. Ella tembló, pero no me apartó. Rocé mis labios con los de ella, suavemente. La sensación era maravillosa, y el huracán de emociones en mi pecho se había alejado de la calma para arrasar con todo a su paso.

—Veamos si te dejo marchar —ronroneé.



Eh, me he tardado:s
De hecho, ya es tarde. Aquí ya son más de las doce de la noche:s
Espero les guste♥

Cincuenta sombras y luces de tedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora