Capítulo sesentaicinco.
En algún punto de la conversación, el cual no estaba seguro de cuál había sido, fui rotunda y decididamente excluido. Los autos nos pasaban por el lado. Algunos, incluso, se habían estacionado al otro lado de la carretera para grabar la discusión. No todos los días ves a Christian Grey, en plena calle discutiendo a gritos, con una mujer. Yo simplemente permanecí quieto y en silencio, recostado del borde del puente. En algún momento deberán cansarse.
-No sé de qué te quejas tanto -le espetó Amanda-. He tratado de cooperar en cada puta cosa que me piden.
- ¿Pero podrías al menos no llevarte entre las patas a mi hijo? -soltó una maldición-. Te dije que eras un punto intermedio entre ese hijo de puta y mi hijo.
- ¡Pero ahí vamos de nuevo! -chasqueó la lengua-. Que si el hijo de puta esto, el hijo de puta aquello ¡La hija del hijo de puta dijo aquello! ¡La hija del hijo de puta hizo lo otro!
-Dame entonces otra jodida manera de llamar a ese imbécil.
- ¡Sólo deja de decir "el hijo de puta" cada cinco minutos, con un carajo!
Abrí los ojos como plato. Uh.
- ¿Ah, sí? -papá le sonrió burlón. Una sonrisa burlona de papá nunca, nunca, nunca, es en son de broma-. Lo único que busco es proteger a mi familia, y sí, considero que eres un problema.
Amanda bufó.
-Mira quien me habla de problemas, Grey.
-Conmigo no uses ese tono de "me vale una jodienda".
- ¡Pues no lo uses tú conmigo! -gimoteó-. Tu actitud es un asco.
-En tal caso estamos a mano.
- ¡Eres un controlador excesivo!
-Lo sé.
- ¡Crees que todo puedes controlarlo!
-Sí que puedo.
- ¡Eres desesperante! -gritó con más fuerza-. ¿Y por qué mierda sigo peleando contigo?
Papá chasqueó la lengua.
-Quizá porque sabes que lo que digo es verdad -me señaló-. Lo distraes. Nadie está ahora para distraerse. Ni yo, ni él, ni tú.
-Ahora no me salgas con que te preocupas por mí-cruzó los brazos-. Traicionero.
-Todo lo que me importa es mi jodida familia -le sonrió burlón-. Me parece que mi hijo tiene pensado introducirte en ella por un periodo eterno.
-Ya ¿Y?
-Que los dos me ponen los pelos de punta. Ya es suficiente con que uno de los dos, en este caso tú, se meta en problemas. No necesito que, como ahora, los dos me provoquen más canas de las que ya tengo.
Amanda agitó los hombros. Que mujer terca, por Dios.
-Ahora -habló papá-: les voy a pedir que suban al coche.
Amanda enarcó una ceja.
-No -refunfuñó.
Papá inhaló profundamente.
-Que se suban al puto coche ahora.
-Que no.
Puse los ojos en blanco y eché la cabeza hacia atrás. Por Dios...
El móvil sonó en mi bolsillo. Me apresuré a contestar, aliviado.
-Grey.
-Oh, por Dios ¿Todo bien? -chilló mamá.