Capítulo veintitrés.
— ¿Y la chica con la que viniste, Theodore?
«Esa maldita boca, Thalía»
—Tuvo que salir —le di un trago al champagne. Malísimo. Papá estaría echando espuma por la boca—. Y, por enésima vez: no me llames Theodore.
Thalía sonrió coqueta. En cuanto estuve consiente que Amanda no regresaría a la reunión de avaros, decidí que era mejor marcharme. Sin embargo tuve la desgracia de toparme con Thalía Johnson, la hija de un editor español importante. Para mayor desgracia, mamá tenía una especie de contrato con esa editorial, así que tuve que mantener un trato cordial con la familia. Lo que significaba que debía tomarme un par de copas con la ‘hija de papi’.
—Venga, guapo. La tía con la que habéis venido no es más que una guarra sin importancia —enarcó la ceja mientras sus labios se curvaban en una sonrisa lasciva—. ¿Qué tal si tú y yo aprovechamos mejor el tiempo para…?
—No —solté tajante.
Thalía me miró desafiante.
— ¿Acabas de decirme que no? —soltó una risilla falsa—. Venga, estas loco ¿Cómo vas a decir que no a un buen polvo?
—Precisamente por eso: porque ahora estoy hecho un polvo —me tragué el resto del champagne de un trago—. Ahora, si me disculpas, me iré a mi puta cama a dormir.
Dejé la copa sobre la pequeña mesa y me marché hacia la salida. Escuché como me decía por lo bajo “bastardo”, pero ya iba llegando a la puerta. No iba a devolverme para responderle el insulto. Repentinamente comprendí el por que de la repentina furia que corrió por mi cuerpo. Maldita sea, llevaba mas de una semana sin sexo. Eso, y que la mujer que realmente deseaba en estos momentos me había rechazado. Dos veces. Aquella primera vez que me dejé llevar por una tentación. Tentación que provocó una noche entera hablando y hablando. Sonreí. Oh, eso estuvo bien.
Pero, mierda. Yo no quería hablar. Yo lo que quería simplemente es llevármela a la cama y hacerla gritar de placer. No, pero claro: la señorita ahora tenía que hacerse la muy digna y recriminarme un maldito comentario cuando hice en un momento donde estaba fuera de control por el coraje. Y, desde luego, se me había ofrecido Thalía: una rubia más. Repentinamente recordé el sueño que detestaba:
«Estaba en una playa tomando el sol tranquilamente, siendo relajado por las suaves olas del mar. La chica rubia me llama. La veo caminar desnuda hacia mí, esperando únicamente que la complazca en la cama y le de regalos caros. Carísimos. Pero el precio del placer es así»
Agité la cabeza para alejar los pensamientos un instante ¡Rubia, Jesús! Como Thalía. Y, Buen Dios, estaba harto de las rubias.
—Seguro te atraen las pelirrojas, ¿eh?
Giré la cabeza hacia el lado. Nada. La voz resonó en mi cabeza. Oh, mierda. De nuevo. Cuando me hallaba en problemas, una voz hablaba haciendo el papel de mi conciencia y la cual era ridículamente igual a mí, aparecía en mi cabeza.
—Vete al demonio, vocecilla infernal —gruñí por lo bajo.
La voz rió en mi cabeza.
»—Ted, Ted… Sabes que no voy a callarme. Estas haciendo una idiotez, ¿lo sabias?
—Claro que sí: hablo con una voz estúpida que canturrea en mi cabeza.
»—Bueno, nadie puede oírme. Sólo tú.
Bufé.
—No hago nada malo: cuido de mi familia. Seduzco a una mujer que quiere hacer daño para sacarle información ¿Qué de malo hay?