Capítulo cincuenta.
Dejé a Phoebe dormida en su habitación. Mamá y papá s fueron a dormir. John y su mujer, junto a su hijo, se marcharon directo a su casa. Stella se fue con ellos. Yo, sin embargo, estaba en la sala sin poder dormir. El reloj marcaba la una de la mañana. La conversación con Phoebe me había dejado frío.
Podría haberle dado todos los consejos que me hubiese pedido, desde luego. Pero no sobre sexo. Eso era demasiado. No podía simplemente mirarla y dejarla de ver como una niña. Era difícil entender que se volvía mujer cada día, acercándose peligrosamente a una edad donde ya no va a necesitar que cuide de ella, que la proteja, que la mantenga a salvo.
Me dejé caer sobre el sillón y me tapé la cara con ambas manos. Cuando papá se entere de esto iba a soltar la lengua con gusto. Si para mí, que soy su hermano, entender que la pequeña Phoebe ya había crecido, para él será un golpe muy duro.
En mi mente comenzaron a aparecer imágenes al azar:
La pequeña chiquilla loca e inquieta con dos coletas corriendo por el jardín.
La niña que venía a mi habitación porque había tenido una pesadilla.
La niña que lloró abrazada a mis piernas cuando comencé a ir a la escuela.
La chiquilla burlona que le encantaba treparse en mi espalda.
¿En qué momento había crecido tanto?
- ¿Ted?
Quité las manos de mi rostro para ver como Amanda caminaba hacia mí. Tenía puesta una de mis camisetas. Tenía escrito "Vendo un par de besos por un poco de sexo". Sonreí divertido ¿Es que no le importaba usar esas camisetas?
Mm, pero esas piernas...
- ¿Qué haces aquí? -bostezó-. Es tarde.
Se desplomó en el sofá junto a mí. La acuné en mis brazos. Acaricié su cabello. Oh, que suave...
-No puedo dormir, nena.
- ¿Pesadillas? -bufé y ella rio-. Bueno, ¿entonces?
Torcí el gesto.
-Estaba pensando, es todo.
- ¿En qué?
Suspiré.
-Una conversación con Phoebe.
- ¿Tan malo fue?
-Mm, no.
- ¿Entonces?
Le besé el pelo.
-Me estaba pidiendo consejos de sexo -gimoteé-. ¿Cómo se supone que responda a eso?
-Oh -soltó una risilla-. Ya veo.
-Phoebe no puede simplemente venir y decir "¿Qué podría seducirlos mejor: lencería o estar desnuda?" No puedo ni siquiera pensar que mi hermana pequeña vaya a desnudarse frente a un hombre.
-Phoebe no es una niña y no es tu hermana pequeña.
- ¿Ah, no? -refunfuñé.
-No, esa es Nadelia. Además, eso es algo que pasará alguna vez. Phoebe algún día se casará y tendrá sus propios hijos. Los hijos no se hacen con poca ropa.
-Controla esa lengua -gruñí-. Estamos hablando de mi hermana pequeña, no de una gata en celo.
Amanda bufó.
-Ya sé, hombre. Tu hermana tiene derecho a hacer su vida. Lo curioso es saber cómo lo hará con un hermano sobreprotector y un padre obsesivo por el control.
Sonreí burlón.
-No es gracioso. Cuando papá se entere va a ponerse como una fiera, te lo digo.
-Uy, no tienes que decirme. Conocí a esa bestia hace unos días.
Se removió en el asiento hasta posicionarse sobre mí, con las piernas a ambos lados de las mías.
- ¿Qué te hace sentir eso?
Sonreí.
-Excitado, muy excitado.
Puso los ojos en blanco.
-Me refería a lo de tu hermana.
-Oh -sonreí burlón-. Veamos: quiero matar al tipejo que quiere abrirle las piernas a mi hermana, en caso de que quiera.
- ¿A qué te refieres?
-Ella está enamorada, él no. A eso me refiero.
-"Toca a mi hermana y te patearé el culo" -suspiró-. Eso diría John.
Pasé el pulgar por sus labios mientras sonreía.
-John sabe que eres una criatura tentadora.
-Una criatura que está cansada y espera que su diletante compañero se vaya a la cama con ella -acarició mi mejilla con un tacto apenas sensitivo-. Phoebe es una mujer muy inteligente y sabrá hacer las cosas bien. Si te ha pedido consejos es para cometer los menos errores posibles -sonrió-. Además la relación de hermanos que tienen es preciosa. Si yo llegase a pedirle un consejo de sexo a John sería mi trasero el que patearía.
Solté una carcajada.
-Yo podría enseñarte lo que deseas -moví la mano lentamente por sus piernas, hasta llegar a la curva de su cintura-. Aclararía todas tus dudas sobre sexo.
La sentí estremecerse.
-Estamos en la sala, nos pueden ver -golpeó mi mano-. Detente.
Apreté su trasero, presionándola más contra mi cuerpo.
-Sensaciones, sensaciones -musité-. No me cansaré de tocar tu piel nunca.
Gimió.
-Hay algo que debo decirte, Ted -jadeó-, pero necesito concentrarme.
Me obligué a detener las caricias. Todo lo que ella debía decirme bien recibido sea.
- ¿Qué?
Amanda respiró profundo.
-Es algo que decía mi psicólogo.
Enarqué una ceja.
- ¿Ibas al psicólogo?
-Si -cerró los ojos-. Mamá me obligó. Fue cuando descubrió que estaba teniendo sexo sin control. Creyó que había algo mal conmigo. Bueno, algo así.
Oh...
- ¿Y?
-El psicólogo dijo que tenía un trastorno sexual, que puede haber sido provocado por la cantidad de alcohol que he consumido desde los trece años.
Oh...
-Tengo Hipersexualidad -abrió los ojos y me miró cautelosa-. En antiguos conceptos: ninfomanía -rosó sus labios contra los míos en apenas un suave contacto-. Es por eso que no puedo decirte que no a la hora de hacer el amor.
PD: A Ted se le van a poner las cosas difíciles. Amanda tiene un pasado incluso más pesado de lo que él ya cree. Bajo su piel, Amanda carga con algo más que un mal pasado familiar...