Capítulo cuarentaicinco.
-Son dos mil trecientos quince dólares, señor Grey.
Extendí la tarjeta de crédito hacia la rubia que nos atendía para pagar, pero la pequeña mano de Amanda me detuvo.
-Ni de broma dejaré que pagues tanto dinero -se cruzó de brazos-. ¿Dos mil trecientos quince dólares en una sola tienda? ¿Enserio, Teddy?
Ante la mención de mi apodo no pude más que sonreír. No era igual a cuando mamá o papá. Era más familiar, un sentimiento cálido, un cosquilleo dulce. Pero dicho por ella mientras me miraba culpable a través de esos ojos azules centellantes, con una sonrisilla tímida que hacia latir mi corazón como un tambor, me hacía querer comérmela a besos.
-Son solamente dos mil trecientos quince miserables dólares, nena. No te preocupes.
- ¿Miserables? -bufó-. Con suerte podría conseguir esos dos mil trecientos quince dólares en dos años de trabajo, en todo caso.
Le sonreí burlón.
-No te pongas difícil, ¿quieres? A ver, ¿dónde está tu ropa?
Amanda se ruborizó.
-La había dejado la maleta en el taxi. Supongo que el taxista pensó que no iba a pagarle, por eso se las llevó.
-O quizá sólo quería conservar tus bragas para fantasear con ellas.
El rubor en sus mejillas aumento considerablemente. Incluso el pálido rostro de la rubia se tiñó de un rojo intenso. Pf, mujeres.
-Oh, mierda. No puedo creer que dijeras eso -me dio un pequeño empujón-. Venga, paga ya. Quiero irme.
Le sonreí burlón antes de darle un pequeño beso en los labios. Extendí la tarjeta de crédito hacia la chica rubia. La tomó, temblando. Sonrió tímida mientras comprobaba no-se-que en el computador.
-Este, Ted -giré el rostro hacia ella-. ¿Podría hacerte una pregunta?
Enarqué la ceja.
-Claro.
-Anoche vi una chica en la casa de tus padres. Eh, estaba al lado de un hombre mayor -jugueteó con su pelo-. ¿Quién es?
-Mi exnovia.
Chasqueó la lengua.
-Oh ¿Y qué hacía allí?
-De visita. Se lleva bien con mamá.
Una llama de furia cruzó por sus ojos azules.
-Ya -soltó.
Solté una carcajada.
-Por Dios, ¿estás celosa?
- ¿Celosa yo? -bufó- ¿Sólo porque tu ex fue a visitar a tu familia? No, por supuesto que no.
-A ver, tú -le tomé la mano-. Primero: era una broma. Segundo: era Sophie, la hija del hombre que trabajaba para papá, quien es a su vez mi mejor amiga. Tercero: me pones al cien cuando estás celosa. Aunque, a decir verdad, es la primera vez.
Una carcajada, una sonrisilla, incluso verle el rubor sobre las mejillas hubiese sido mucho mejor que el golpe que me propinó en el brazo. Mierda ¿Era una mujer o un maldito boxeador?
-Listo, señor Grey -la rubia me devolvió la tarjeta-. Gracias por su compra. Vuelva pronto.
Incliné la cabeza, a modo de agradecimiento, y me llevé a Amanda fuera de la tienda, tomándola de la mano.
- ¿Y la ropa? -refunfuñó ella.
-Los de seguridad la llevaran al auto -acaricié su mano-. ¿A dónde quieres ir ahora?