Cap.66

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Capítulo sesentaiséis.

Observé la casa de mis abuelos mientras tenía a Amanda de la mano. Se me había hecho la cosa más extraña que viviéramos a este lugar. Mis abuelos no estaban. El abuelo, Carrick Grey, se había ido con la abuela, Grace Trevelyan Grey, a un grupo de ayuda para los niños pobres de África. El viaje no me sorprendió: ellos siempre, al igual que mis padres, buscaban la manera de ayudar a personas que tenían menos que nosotros. Lo que se me hacía raro era venir. Llevaban un año por allá y no habían llamado para decir que iban a regresar.

Amanda soltó un silbido.

-Vaya casa la de tus abuelos, eh -sonrió tímida-. Ojalá hubiese tenido abuelos con tan buenos gustos.

Le sonreí burlón.

- ¿Insinúas que los tuyos tenían malos gustos?

-Bah, yo que sé. Fui una vez a su casa y nada más -pestañeó con rapidez-. No les agrado.

- ¿Y qué razón tienen ellos para que una mujer como tú, tan loca y desenfrenada, no les agradase?

Me sacó la lengua.

-No les era de mucho agrado, ya sabes -dibujó unas comillas en el aire con su mano libre al decir-: "clases sociales".

Fruncí el ceño.

- ¿Clases sociales?

-Ajá -sonrió burlona-. Los padres de Stella son empresarios importantes. Ellos nunca aceptaron que su hija recogiera a una niña de la calle. Es como mezclar "pobres con ricos". Cuando mis padres empezaron a perder dinero, le dijeron a mamá que eso les había pasado por tomar algo de la calle y mezclarlo con el oro.

Ella pestañeó juguetona, pero noté que esas palabras en verdad le dolían. Apreté su mano. Una sonrisilla dulce y encantadora se asomó por sus finos labios. Pronunció un par de palabra antes de reír. La suavidad de su risa me recordó a la seda. Suave, fresca, agradable...

-Ted -soltó una risilla-. ¿Estás escuchándome?

Sonreí distraído.

-S-si -hice una mueca-. No, perdona.

-Te decía: que tengo frío ¿Podemos entrar?

Sonreí burlón. Observé a papá darle unas indicaciones rápidas a Taylor. Ya él se encargaría de hacérselo saber al resto del personal de seguridad. Pasé el brazo por su cintura y entramos. La casa de mis abuelos era enorme. Recuerdos vagos de Phoebe y de mí cuando pequeños me vinieron a la mente. Parte de nuestra infancia la vivimos aquí, viniendo de visitas casi todos los fines de semana. Mis abuelos eran unos consentidores.

Amanda observó asombrada el vestíbulo. Las paredes estaban pintadas de un crema muy claro. No estaba cargado de cosas: en la pared derecha había una pequeña mesa color caoba, con un florero de cerámica con estampados griegos y un precioso arreglo de flores. En la pared izquierda había una enorme fotografía de toda la familia: mamá, papá, Phoebe, yo, tío Elliot, Kate, Ava, mi prima, Parker, su hermano, tía Mía, Ethan, Adriadna, mi otra prima, los abuelos y los bisabuelos. La fotografía la tomábamos todos los años. Estaba ansioso porque pasen estos dos meses que faltaban para reunirnos. Imaginaba a mis hermanos adoptivos junto a nosotros y Amanda frente a mí, envuelta entre mis brazos.

-Es una foto preciosa -comentó ella.

Sonreí inconscientemente.

-Todos en la familia tienen una foto como esta. Papá suele tener la suya en la sala, pero la ha mandado a quitar para cambiarle el marco.

-Ah.

- ¿Quieres que te muestre la casa? Igual no debe haber nadie. Mis abuelos están en África.

Cincuenta sombras y luces de tedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora