Capítulo ochentaitrés.
-Abre la boca -le ordené.
Obediente. Presionó los labios para absorber el caldo de la cuchara. Cerró los ojos, frunció el entrecejo e hizo una mueca extraña.
-Está rico -sonrió, aun con los ojos cerrados-. Ahora sí que estoy verdaderamente sorprendida.
Sonreí burlón y repetí el proceso. Amanda se relamía con gusto, saboreando la sopa de papas con vegetales. Ella protestaba cada vez que apartaba un trozo de papa de la cuchara. Pero la papa era algo sólido y recuerdo haber escuchado claramente el "no sólidos, empieza con sopas y caldos" de la abuela cuando le di una llamada para saber exactamente qué podía comer.
- ¿Más? -ronroneé.
Asintió frenética. Su lengua rodeó la cuchara con fuerza, deslizándola por el frío metal, succionando con fuerza. Sus ojos lucían más oscuros, casi perversos. ¿Qué habrá imaginado que era la cuchara? Mmm...yo lo sé.
-Come -sonreí lascivo-. Aleja esos pensamientos sucios de tu mente.
Torció la boca, fingiendo estar ofendida.
- ¿Pensamientos sucios? -hizo ademan de tomar la cuchara, pero lo único que hizo fue agitar la sopa-. Sólo estaba comiendo.
- ¿De verdad? -suspiré sorprendido-. Parecía que te follabas la cuchara ¿En qué estabas pensando?
Amanda se paró de golpe de la cama y con la palma abierta arrojó el tazón de sopas al suelo, rompiéndose.
- ¿Pero qué...? -balbucí.
Se acomodó sin problemas sobre mi regazo, colocando las piernas a ambos lados de mi cuerpo. Chocó su boca deliciosamente americana al cien por ciento contra la mía, lenta y sensualmente. Deslizó la punta de su lengua por mis labios, enroscando sus dedos en mi cabello. Cuando sus pechos chocaron violentamente contra mi pecho, los dos soltamos un gemido, aunque sonaba más como dos animalillos heridos de muerte.
-Ted... -susurró con un matiz sensual en su voz-. Sé...sé que no podemos, pero...
-Hay...Hay que detener...
-Lo sé, lo sé -gimoteó-. Sólo quiero que me toques, que me acaricies.
Me observó con ojos suplicantes, ardientes, necesitados. No supe que hacer. No iba a soportar una simple caricia o un simple toque. Iba a desear, necesitar, más. Pero no podíamos llegar a más. Sin embargo, mis manos comenzaron una danza sublime por sus caderas, su cintura, la curva de su cuerpo, deslizándose suavemente por la cálida piel de sus brazos. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.
-Extrañé esto... -ronroneó seductora-. Tus manos sobre mi cuerpo, moviéndose a un ritmo deliciosamente lento.
Contuvo el aliento cuando mis manos acunaron sus pechos. Mm...Encajaban tan bien.
-Quiero que me hagas el amor -deslizó sus manos hasta las mías, dándole caricias en círculos-. Maldito Jack. Esto es su jodida culpa.
Apreté los dientes con fuerza.
-No hablemos de él, nena -bajé las manos hasta su cintura y la atraje hacia mí. Sus pechos rosaron mi rostro. Inhalé el olor de su piel, a través del estampado "International Sex" en su camisa-. No en este momento.
Cerró los ojos con fuerza. Se desplomó contra mí, apretándome. La escuché sollozar con suavidad.
-Eh, nena -acaricié su espalda-. No llores ¿Por qué lloras?
Enroscó los brazos en mi cuello y los sollozos aumentaron.
-Me duele...
Abrí los ojos, alarmado.