Capítulo setentainueve.
Aviso: cuando los párrafos sean divididos por «••••••», significa que el narrador cambió |Ted-Amanda|
Me froté los brazos para darme calor. En mi nueva habitación temporal, entiéndase el cuarto de Christian, no había una sola ventana. No entraba luz, mucho menos una ráfaga de aire, pero aun así me moría de frío. Podía calcular más o menos la fecha. 19 de junio. William había venido hace cuatro horas a darme comida, pero la bandeja seguía intacta oculta bajo la cama. Recuerdo que me había dicho que era medio día, más o menos. No estuvo mucho tiempo, cinco minutos a lo mucho, para que Jack no se diera cuenta que él se preocupaba por mí.
Enrosqué mis brazos alrededor de las piernas. Mantuve los ojos abiertos todo el tiempo, esperando que William entrara. Jack iba a salir con esa mujer, la tal Elena. Según Will, iban a verse con otra mujer. Cinco minutos eran pocos, así que prometió contarme más en cuanto Jack se marchara.
Yo simplemente no podía más con esto. No podía comer, ni dormir. No tenía ánimos para nada. Cada que William venía para hablar, todo lo que quería escuchar es "ya nos vamos de aquí". Sin embargo, ese día parecía muy lejano. Contarme los planes de Jack sólo conseguía provocarme pesadillas. Despertar de la pesadilla, observar este lugar oscuro y caluroso, darme cuenda de que estaba sola y que no podía salir me estaba haciendo enloquecer poco a poco. Sobre la tela de la camisa podía sentir mis costillas. Había perdido peso, pero no podía comer. La comida nunca pasaba de mi garganta. O simplemente la vomitaba.
Necesitaba salir de aquí.
La puerta del cuarto de juegos se abrió. William se pasó una mano por la frente y cerró los ojos por el cambio de luz.
—Jack y Elena se fueron —cerró la puerta—. Tengo buenas noticas.
Contuve la respiración cuando se sentó en la cama dura. Quizá ya íbamos a salir de este lugar. Podré ver a Ted otra vez...
—La foto de la dirección del Escala ya llegó al tal Michael Wallace.
— ¿Significa que ya podemos salir de aquí?
Agitó la cabeza.
—Ese no es el plan.
Sentí como los ojos me escocían. Oh, mierda. Me echaría a llorar.
— ¿Así que pretendes que esperemos a que Wallace venga? —sequé con violencia las lágrimas—. ¡No va a venir!
—Te equivocas. El amigo de tu niño Grey vino ayer, pero lo atendió Natasha.
— ¿Quién demonios es Natasha?
—La sobrina de Elena.
Enarqué una ceja.