Capítulo sesentaitrés.
La casa parecía tranquila, como si en ella no hubiese nadie. Lo único que te haría sospechar son las caras de los tres hombres que había frente a ella. Lucían pálidos, alertas y azorados. Estacioné el auto, haciendo chillar los neumáticos, y bajé de el sin apagarlo. Los de seguridad hicieron una barrera para impedirme pasar.
-No puede pasar, lo siento.
Solté una maldición.
-Ya lo sé, pero mi novia está allá adentro.
-No hay forma de entrar, a menos que estemos armados. No sabemos si esté dispuesto a....
- ¿A caso él no ha dicho nada? ¿Algo?
-No, señor. Afortunadamente todo lo que se escucha son gritos, como si estuviesen discutiendo. Al sacar a sus hermanos no se volvieron a escuchar disparos.
Me pasé la mano por el pelo, desesperado. Dios mío, que esté bien...
- ¡Amanda! -grité.
Hubo un largo silencio donde no se escuchaba nada. Por un momento creí que el corazón abandonaría mi cuerpo, caería al suelo y acabaría conmigo. Aparté de un empujón a los de seguridad y corrí hasta la puerta de entrada. A medida que me introducía en la casa, con aquel aire tenso y peligroso, notaba que los de seguridad estaban pisándome los talones.
- ¿Dónde mierda estás, William? -murmuré.
Di pasos firmes hasta la sala. Allí estaba. Desde luego, no estaba solo.
William estaba sentado en el sofá, con la cabeza agachada mientras lloraba. Sostenía en su mano derecha el arma. Amanda estaba frente a él. El brazo izquierdo estaba recostado sobre sus piernas y su mano derecha le acariciaba el rostro con cariño. William cerró los ojos un momento y casi al instante volvió a abrirlos. Sus ojos quedaron fijos en los míos. Su cuerpo se alzó, empujando a Amanda al suelo. Apuntó el arma hacia mí. Ni siquiera me sentí asustado o intimidado. Veía como Amanda se alzaba hacia él, confundida. Ella estaba bien. Lo estaba. Era lo único importante.
Ella volteó a verme y abrió los ojos como platos. Dio un salto hacia mí y se interpuso entre el arma y yo. William pareció vacilar un momento. Bajó el arma, nervioso. Mis brazos se movieron rápidamente, tomando a Amanda de la cintura, y la oculté tras mi cuerpo. William volvió a apuntarme con el arma. No iba a permitirle tener acceso a ella.
Tendría que matarme.
- ¡William, no! -forcejeó para que la soltara-. ¡No, Ted!
El arma comenzó a temblarle.
-Fue una mala idea que vinieras, Grey -miró a Amanda-. Esto no tenía nada que ver contigo.
-Si tiene -murmuré entre dientes-. Esta es mi casa, le disparaste a mi familia y eres el hermano de mi mujer. Te metiste con lo mío.
William rechinó los dientes.
-Sólo quería hablar con ella -rio burlón-. Yo me crié en la calle, pequeño Grey. La vida me enseñó a defenderme con violencia.
- ¿Y tenías que venir a mi casa y amenazar todo lo que me importa?
-Lo único que tienes, que realmente me importa, lo estás ocultando tras tu espalda.
Sentí como el cuerpo de Amanda se estremecía. Ella no te pertenece. Es mía, William. Mía.
-Apártate, Grey.
-No.
Dio apenas dos casos hacia mí, dispuesto a dispararme. Cuando menos lo pensé, Amanda se había soltado y colocado frente a mí. Contuve el aliento.