Cap.60

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Capítulo sesenta.

Caí a un lado de la cama, extasiado y satisfecho, con la respiración acelerada descomunalmente. El pecho de Amanda se sacudía violentamente mientras trataba de recuperar el aliento. Sus manos seguían atadas al espaldar de la cama.

-Vale, Ted. Necesito estirar los brazos.

Sonreí con los ojos cerrados por el cansancio.

-No, nena. No voy a soltarte.

Se movió en la cama con violencia.

-No estarás hablando enserio, ¿verdad? ¡No puedes dejarme atada a la cama toda la noche!

Pasé la mano por su vientre, acariciándola lentamente.

-Es la única manera de evitar que no te salgas en mitad de la noche para buscar a tu madre.

Amanda gimoteó.

-Vale, tú ganas: no saldré.

-Solo voy a asegurarme -pasé la lengua por su ombligo-. Lo compensaré en la mañana.

Cerré los ojos y me quedé dormido pocos minutos más tarde.

Mierda. Cuando abrí los ojos sentía que llevaba sólo dos horas durmiendo. Hacía demasiado calor y había mucho sol entrando por las ventanas de cristal al fondo de la habitación. Reparé en algo blanco sobre la cama, haciendo una extraña forma de corazón.

El cinturón del albornoz con el que había atado a Amanda a la cama.

Pero claro, ella no estaba. Tampoco su ropa ni el albornoz. Lo único que había en el suelo era mi ropa y una sábana blanca: la que había usado para arroparme a media noche cuando el frío me caló hasta los huesos.

- ¿Amanda?

Presioné mi mano contra mi cabeza para detener el dolor de cabeza tras todo lo que llegué a tomar anoche. Madre mía.

-Amanda, mierda...

Me levanté de un salto y me vestí tan rápido como pude. Abrí la puerta y corrí escaleras abajo como alma que lleva el diablo. Pensé que, quizá, atarla impediría que fuera a buscar a su madre. Caminé a prisa hasta la mesilla cerca de la cocina, rebuscando las llaves del auto de mamá. Quizá se enoje, pero tendrá que pasármela.

-Eres terca como una puta mula, mierda -murmuré.

-Vale, seguro que hablas de mí.

Giré de golpe. Amanda estaba en la cocina, detrás de la estufa eléctrica último modelo en enseres para la cocina. Estaba tomando una taza de café, más específicamente en la que solía usar yo para tomar un café rápido con la familia, mientras sacaba unas tortillas españolas del sartén. Me sonrió burlona.

-Buenos días, nene.

Bufé.

-Pensé que te habías ido.

Hizo una mueca. Dejó la taza de café a un lado de la estufo y se dispuso a colocar la tortilla sobre un plato. La partió en cuatro y sobre ella vertió un líquido pegajoso color rojo.

- ¿Eso qué es? -pregunté curioso.

Ella sonrió sin apartar la vista de su trabajo.

-Jarabe de miel y frambuesa.

Pasó el dedo por la boca del envase para atrapar las últimas gotitas y luego se llevó el dedo a la boca. Chupó el líquido del dedo con fuerza y soltó un gemido de placer. Me remojé los labios.

-Y esto -me mostró el platillo terminado - es tu desayuno.

Enarqué una ceja.

- ¿Me preparaste el desayuno?

Sonrió burlona.

-Claro -chasqueó la lengua-. Cualquier cosa para mi secuestrador favorito.

Puse los ojos en blanco.

-En mi defensa estaba un poco borracho.

Ella soltó una risilla y caminó hacia mí dando saltitos. Enroscó sus brazos alrededor de mi cuello y presionó sus labios contra los míos.

-Te perdono porque ha sido el sexo más alucinante que he tenido en toda mi vida.

Sonreí burlón.

- ¿Aunque te haya dejado atada toda la noche?

Agitó levemente los hombros.

-La verdad es que no estaba tan fuerte y estabas demasiado borracho como para enterarte.

Suspiré.

-No fuiste a buscar a tu madre, ¿verdad?

Ella permaneció en silencio unos segundos, mirándome fijamente.

-No, no he ido. Lo he pensado, pero probablemente tengas razón: debe estar bastante lejos. Con suerte William no sabe nada todavía. Menos Jack -permaneció callada un corto tiempo-. ¿No sería mejor que William lo supiera.

Fruncí el ceño, confundido.

- ¿Saber que su madre está viva?

- ¡Sí! -puso sus manos contra mi pecho- Tal vez entonces él entienda que Jack lo está usando y se arrepienta.

-Me parece que es poco probable.

-Yo sé que William no están bueno ni agradable, pero tampoco quiero verlo muerto o en la cárcel por culpa de Jack.

Por un instinto puro y nuevo mis labios se curvaron a modo de respuesta.

-Lo quieres.

No era una pregunta, sino una afirmación, y ella de algún modo lo sabía. Trató de apartarme la mirada, pero yo sabía la respuesta.

-Es mi hermano, ¿no? -suspiró-. Pese a todo hay un vínculo entre nosotros que ninguno puede romper.

Asentí cómplice.

-Desde que los Sandford me adoptaron, siempre me he preguntado por él. Quería saber si estaba bien -arrugó a nariz-. William corre peligro con Jack. Está totalmente convencido de que los Grey le hicieron daño a una familia que nunca rindió frutos.

Sonreí enternecido.

-De todos modos en el fondo lo amas. Es tu hermano -rocé mi nariz con la suya-. Tienes un corazón delicioso, precioso y valiente.

Cincuenta sombras y luces de tedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora