Capítulo sesentaiuno.
Toqué un par de veces la puerta. Papá abrió, anudando su corbata. Iba vestido muy elegante, como siempre que va al trabajo, con un traje negro de lino, camisa de botones blanca y una corbata gris.
- ¿Qué necesitas, muchacho?
Bufé.
-Es que no tengo nada de ropa para trabajar ¿Me puedes prestar uno de tus trajes? Sólo será por hoy.
Sonrió burlón y se hizo a un lado para pasar. Mamá estaba sentada sobre la cama poniéndose los tacones. Al notarme me regaló una de sus preciosas sonrisas. No pude más que devolvérsela.
-Buenos días, cariño.
-Buenos días, mamá.
Le di un beso en el pelo y caminé hacia el armario-sin-fin del matrimonio Grey. Tomé un traje y una corbata color negro y una camisa de botones blanca. Al entrar de nuevo a la habitación no pude evitar que mis labios se curvaran un poco. Papá tenía a mamá abrazada por la cintura mientras le daba uno de esos besos que tenían prohibido darse delante de nosotros cuando éramos niños. Supongo que, como ya no lo somos, ya no está prohibido.
-Mejor me voy, ¿de acuerdo? -sonreí burlón-. Que disfruten del desayuno.
Tras de mí escuché la risilla sofocada de mamá. Me apresuré un poco para estar listo antes de las ocho. Sobre la coqueta al lado de la cama estaba mi vieja alarma. Marcaba las 7:32 a.m. Mierda, se me hacía tarde. Me vestí rápidamente y le agradecí a Amanda que me hubiese hecho el desayuno, sino no me hubiese dado tiempo a desayunar. Todavía tenía la exótica combinación de miel y frambuesa en la boca. ¿Qué sabor tendía un poco de miel, frambuesa y Amanda?
Dos golpecitos en la puesta me hicieron despertar.
-Pase -grité.
Papá abrió la puerta. Estaba listo para la batalla laboral.
- ¿Te vienes conmigo o te vas en un coche aparte?
Le sonreí.
-Me voy contigo.
-Entonces mueve el culo que se nos hace tarde -dio la vuelva para marcharse, pero regresó-. Tu hermana viene con nosotros. Ve a sacarla de la habitación antes de que lo haga yo.Hice una mueca. Papá seguramente la sacaría a nalgadas. Odiaba llegar tarde y ya se nos estaba pasando la hora. Revisé que todo estuviera en mis bolsillos. Al comprobarlo abandoné la habitación. Caminé por el pasillo, directamente hacia la habitación de Phoebe. El móvil sonó.
-Grey -contesté.
-Mierda, Theodore -Bobby gruñó-. ¿Dónde mierda está mi coche y mi móvil?
Mierda.
-Ambas cosas están en el garaje de la casa de mis padres -suspiré-. Lo siento. He tenido como mil problemas.
Toqué la puerta del cuarto de Phoebe.
-Ya. Entiendo ¿Puedo pasar por ellos? Tengo otros coches, pero ese es mi favorito.
Volví a tocar la puerta.
-Sí, claro. Le diré a alguno de los empleados que guarden las llaves.
-Oye, ¿pero todo bien? Nunca me contaste qué había pasado.
-Sí, eh...Espera un segundo -tapé el móvil con la mano-. ¡Mierda, Phoebe! Si no sales ahora papá va a sacarte a...
La puerta se abrió. No, no era Phoebe. Era Amanda. Llevaba unos shorts rojos y una camisa blanca con unos labios en rojo intenso. Tenía el rostro serio, desafiante.
-Phoebe no va a trabajar -dijo.
Miré por encima de su cabeza. Phoebe estaba sentada en la cama, con el rostro agachado mientras lloraba.
-Te llamo luego, Bobby -colgué-. Ahora sí, ¿qué sucedió?
Phoebe sollozó. Amanda me empujó y cerró la puerta.
-El chico este, del que ella está enamorada, se fue.
Fruncí el ceño.
- ¿Daniel Rodríguez?
Puso los ojos en blanco.
-Sí, hombre ¿Quién más?
La fulminé con la mirada. Ella se ruborizó.
- ¿Pero cómo que se fue? ¿A dónde?
-A una universidad en Inglaterra. No sabía que el tal Daniel era un año menor que ella.
-Sí, pero parece un maldito sádico de veinticuatro. Da igual ¿Mi hermana cómo está?
Amanda suspiró.
-La verdad no muy bien. Daniel ni siquiera la llamó. Le ha enviado un mensaje.
Solté una maldición.
-Sabía que ese intento de hombre le iba a....
-Eh, Ted -apretó mis antebrazos-. No le digas nada, ¿quieres? Phoebe se siente muy mal. Dice que lamenta mucho haberte pedido consejos, hacerte enojar y bla, bla, bla por algo que no resulto ni la mitad de bien.
-Es mi hermana, mierda. Igual iba a dárselos -eché la cabeza hacia atrás-. Lo mataré.
Me dio un empujón, impulsándome a caminar hacia las escaleras.
-No. Tú te vas a comportar como un hombre decente y vas a ir a trabajar. Yo me quedo con Phoebe -me dio un cachete en el trasero-. Ve y hazme sentir orgullosa de mi megalómano favorito.
Sonreí burlón. Ella me lanzó un beso en el aire y se metió a la habitación con mi hermana.
- ¡Ted! -observé a papá detenerse en el rellano de las escaleras- ¿Dónde mierda está tu hermana?
Me acomodé el saco del traje.
-Ella no va a venir. No se siente bien.
Frunció el ceño.
- ¿Qué tiene?
-Eh...pasó mala noche.
Entrecerró los ojos. Detector de mentiras Grey activado.
-Haré de cuenta que te creo -miró la hora en su reloj de muñeca-. Se nos va a hacer tarde, mierda ¡Mueve el culo, Theodore! Tengo una reunión a las ocho en punto.
Bajé las escaleras junto a él.
-No creo que llegues a tiempo, Grey.
Me dio un golpe en la cabeza.
-Por eso vas a conducir tú -me lanzó las llaves-. Conduce hasta que me dé un infarto.
-Estás viejo, Grey. No vas a durar mucho -bromeé.
Hizo una mueca, fingiendo estar irritado.
-Mejor pregúntale a tu madre si soy muy viejo.
-No -le lancé las llaves-. Y conduce tú. Luego te pones como un energúmeno porque no te gusta que te lleven.
Abrió la puerta de la entrada y la atravesó. Cerré de un portazo al salir. El Audi R8 Spyder de papá estaba estacionado en frente. Un hombre calvo de media edad esperaba al lado. Papá le lanzó las llaves, que atrapó casi sin moverse, y se estrecharon las manos. Al hombre lo conocía, claro que lo conocía, lo raro se me hacía verlo de nuevo en servicio.
- ¿De qué me he perdido? -pregunté.
Papá sonrió.
-Jason Taylor se reincorpora al servicio de los Grey.
-Taylor volvió*-*-