Capítulo cincuentaicinco.
Amanda se desplomó sobre la cama del hotel, visiblemente cansada. Pasó ambas manos por el rostro y dejó reposar el brazo sobre él. Acaricié su pierna desnuda y mis labios depositaron un suave beso en los muslos.
-Bonita vista -murmuré contra su piel.
Apartó el brazo de su rostro y me agitó el cabello.
-Será mejor que controles esa boca, Grey.
Sonreí.
- ¿Crees que Christian esté enojado?
Deslicé mis labios hasta el dobladillo del vestido.
-No -inhalé el olor de su piel-. Está afectado por las fotos y la noticia de Jack y Elena.
- ¿De dónde la conoce?
-No sé. Nunca me ha hablado de ella -tiré de su cintura para acercarla a mí. Se acomodó sobre mi cintura con la mirada distraída-. Posiblemente mamá lo esté consolando en este momento.
Se sonrojó.
-Eres un sinvergüenza.
-Tengo un padre sinvergüenza.
-No puedo dejar de pensar en todas las similitudes que tenemos. Es un poco escalofriante, ¿no crees?
Alcé ambas cejas. Amanda soltó una risilla.
-Escalofriante es quedarse corto.
- ¿Y tú? ¿Ya no estás enojado?
Fruncí el ceño.
- ¿Enojado por qué?
-Lo del cuarto. Tu padre. Eso, pues.
-No sé -le sonreí-. Creo que no. Tenías razón, de todos modos: ellos están felices. Supongo que disfrutan con eso.
Estiró el brazo lentamente hacia mí y con sus pequeños dedos acarició mi mejilla. Me lanzó una mirada tímida, como si esta fuera la primera vez quie hiciéramos el amor, antes de acercar su boca a la mía. Me sorprendió la suavidad del beso. Enterró las manos en mi cabello, pero el beso continuó siendo tierno. Enrosqué mis brazos en su cintura, para sentís su cuerpo más cerca del mío.
-Esto ha sido tan raro, ¿no? -murmuró ella.
Golpeé mis labios contra los de ella, desesperado por volver a besarla.
- ¿Qué cosa?
-Lo nuestro.
Sonreí.
-Oh, lo ha sido. Desde luego.
Para mí sorpresa ella se separó de mí y se puso en pie. Quedó de espaldas a mí, como si tratara de formar una barrera entre nosotros.
- ¿Qué sucede?
La oí suspirar.
-Estoy asustada -gimoteó-. Tengo miedo a que te hagan daño.
Me levanté de la cama y me acerqué a ella. La sujeté de la cintura para levantarla y llevarla a la cama. La cubrí con mi cuerpo y fui desnudándola poco a poco. Amanda temblaba, pero una parte de mí sabía la respuesta: ella estaba tratando de negarse el placer. El miedo y la frustración que había estado experimentando estos días no le permitían disfrutar de nada.
- ¿Y si Jack llega a tener acceso a ti o a Phoebe? Le he dado otro motivo para vengarse, Ted: estar contigo.
-Jack no lo tendrá. Ya hemos tomado medida al respecto.
Suspiró.
-Lo sé, pero no puedo evitar sentirme así.
Tomé posesión de su boca, intentando hacerla olvidar. Un gemido ronco proveniente de su garganta me hizo reaccionar. Ambos estábamos desnudos, acariciándonos como un par de bestias salvajes buscando calor. Amanda me mordisqueaba el cuello mientras le acariciaba las piernas. Mantuvo los ojos cerrados, sintiendo el placer que le proporcionaba. Separé sus piernas con la rodilla, posicionándome cuidadosamente contra su entrada. Se arqueó contra mí al sentirme dentro de ella. Mordisqueaba mi cuello mientras espetaba las uñas en mi espalda, causándome un dolor mezclado con placer.
-Te amo, Ted -gimió-. Me cuesta tanto aceptar tanta felicidad.
Volví a tomar su boca.
-Tú eres mi felicidad, nena. No olvides eso. Nunca.
Nos aferramos el uno del otro, dándonos toda la felicidad que éramos capaces de proveernos.