Capítulo noventaicinco.
¿Alguna vez te has sentido como si estuvieses bajo el mismo techo de un enemigo? Ahora multiplica esa sensación por treintaisiete enemigos. No bien bajamos hasta la sala, toda la familia de Amanda estuvo a segundos apenas de asesinarme. Era incómodo, mucho. Camino junto a ella para tomar asiento en el sillón donde había estado sentada con el francés. Su familia volteaba insistente hacia mí, dedicándome de esas miradas que sólo podían significar "ESTAS JODIDO". Amanda aprieta mi mano.
-Sólo están un poco enojados, descuida -musita burlona.
-Creo que es más que un poco.
Soltó una carcajada.
-Es que mamá les dijo que me habías dejado -su rostro se ensombreció-. Les molestó saber que me dejaste sola y embarazada.
Asiento irritado.
-Tienen razón.
-Ya se les pasará.
Acaricio distraído su mano. El francés me observa desde el sillón de la izquierda. Rechino los dientes, irritado. Le da un trago al licor y desvía la mirada a una mujer con un bebé. La mujer es de estatura media, cabellos rubios y ojos cafés. Parece de esas mujeres capaces de comerse el mundo de un bocado: fuertes, impresionantes y valientes. Justo como la mujer que tengo al lado.
«Ahora la valoras, ¿eh, sínico?»
Agito la cabeza para hacer callar esa voz. Sé que tiene razón, pero estaba dispuesto a hacer incluso más de lo que pudiese. Era bastante consciente que con dos palabras y un beso no iba a recompensarla por tanto.
- ¿Por qué no me das un rato al niño, «mon amour»?
Su acentillo francés me... Espera, ¿qué? La mujer le cede el bebé al francés y éste se hace a un lado para darle espacio. Amanda suspira a mi lado.
- ¿No es lindo?
Frunzo el ceño.
-Oye, sé que me he comportado como un hijo de puta, pero no es necesario que me digas a la cara que él te parece atractivo.
Amanda parpadea con rapidez.
-Este -suelta una carcajada-. No me refería a eso, Ted.
- ¿Entonces?
-Me refiero al bebé, por Dios -pone los ojos en blanco-. Qué imaginación...
-Bueno: cuando llegué, él estaba muy contento toqueteándote.
-Por Dios, Ted. Sólo me estaba tocando el vientre.
-Lo repito: te toqueteaba.
Amanda me golpea en el brazo.
-Por favor: Evian es mi primo, Ted. Para mi familia es raro saber que estoy embarazada. Bueno -se ruboriza-. Sabes a lo que me refiero.
Ay, mierda.
- ¿Tu primo?
Ella asiente.
- ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Se encoge de hombros.
- ¿Por qué habría de decírtelo? Tú pensaste que yo me acostaba con él ¿Qué más daba?
Me encojo de hombros, anotando mentalmente una auto paliza. No contento con el resto, se me había pasado por la cabeza que ella pudiese serme infiel. Acaricio su mano con suavidad. Es apenas un rose, un rose extremadamente suave, pero veo como lentamente se estremece y se acerca a mí. La envuelvo en mis brazos y ella se acomoda con facilidad. Evian nos lanza una mirada suspicaz y oscura, así como el resto de su familia.