Capítulo ochentaiocho.
»Punto de vista de TedNo recuerdo alguna vez haber comido tanto. Me dije muchas veces que probaría la comida, pero no podía llenarme. Sin embargo, estaba en mi segundo plato. Los mariscos estaban deliciosos y la combinación del vino era excelente. Quizá sea que no quería negarme. Esta noche era una especial. Incluso había olvidado por un largo lapso de tiempo que estábamos en la casa de mis abuelos y que al otro lado de la propiedad se estaba llevando a cabo la cena de beneficencia anual. Pero debía ser sincero conmigo mismo: en este instante, en este precioso y maravilloso, lapso de tiempo, sólo tenía tiempo para ella.
Esta noche Amanda me había deslumbrado como jamás lo había hecho. Casi podía saborear lo dulce de sus inseguridades, inseguridades que la orillaron a llevar a cabo toda esta locura. Una locura, sí, pero una locura que me hizo comprender lo mucho que esta mujer valía.
- ¿Quieres más?
Me ofreció un poco de los camarones en salsa naranja, pero ya estaba lleno. Sin embargo, ella se servía como si llevara todo el día sin comer.
-Veo que tienes hambre -susurré.
Amanda soltó una risita mientras devoraba el camarón. La verdad era precioso verla comer. Una parte de mí suspiraba tranquilo, la otra dio un brinco de miedo. Mierda, estaba comiendo sólidos.
-Eh, espera -gruñí, golpeando la mesa-. Sólidos. Estás... ¡Estás comiendo sólidos!
Amanda abrió los ojos como platos.
-S-sí. Lo sé. Yo hablé con tu abuela, tranquilo.
Entrecerré los ojos.
-Recuerdo que dijo...
Puso los ojos en blanco y siguió comiendo. Me levanté del asiento y la obligué a levantarse.
-Estoy comiendo -gimoteó-. Espera unos minutos.
-No. Vamos a buscar a mi abuela y le preguntaré si te permitió comer sólidos ya.
-Rayos, Ted -se limpió la boca con la servilleta-. Eres un aguafiestas.
Le sonreí burlón, atrapando su cuerpo con ambos brazos.
-No me malinterpretes, nena -deslicé mi pulgar por su labio, saboreando la dulce textura de una boca prometedora-. Sólo quiero que todo esté bien.
Ocultó su rostro en mi pecho, como si algo la avergonzara.
-Necesito hablar con Christian -dijo.
Ese tono de voz...
-Sobre Jack -vacilé.
Ella asintió.
-Escucha -alcé su rostro. Sus ojos conectaron con los míos. Ojos salvajes, sensuales-. Sé que debes hablarle de aquello que sabes, sea lo que sea, pero hoy... -reclamé su boca. Apenas era un suave tacto, nada del otro mundo, pero fue casi como una tormenta eléctrica-. Papá está feliz con el embarazo de mamá. Está allá afuera con su familia compartiendo ese amor que está sintiendo por un nuevo hijo.
Instintivamente, mis manos se deslizaron a la calidez de su vientre.
-Estoy enloquecido de felicidad -sonreí contra su boca-. Además voy a casarme con mi mujer.
Sus mejillas se tiñeron de rojo, un rojo sensual y agradable.
- ¿No te molesta? -preguntó en voz baja.
- ¿Molestarme? -agité la cabeza-. No, nena. Reconozco que a veces soy un poco...tardo.
-Oh, no es eso -se apretujó contra mí-. Sólo quería que supieras cuanto te amo.