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Con una brillante insignia de prefecta a la altura de su pecho, justo al lado del escudo de Slytherin, Eden tuvo que salir de su compartimento al fondo del tren para comprobar qué ocurría. El frío penetraba sus medias y jersey de punto gris, y el temblor en sus manos se mezclaba con el vaho que salía de sus labios. Septiembre era frío, pero no tanto como en ese momento.
Entró al primer compartimento que vio, topandose con el alterador Potter y sus dos amiguitos: Weasley y la hija de muggles. Junto a ellos había una figura cubierta durmiendo pacíficamente. Él debía ser el nuevo profesor del que su padre la habló superficialmente.
— ¿Habéis visto algo raro? — preguntó, girando la varita entre sus dedos.
— ¿Por qué deberíamos haber visto algo que tú no? — preguntó irónico Harry. La azabache entrecerró los ojos levemente, odiando definitivamente a ese miope problemático.
— Porque Potter, los problemas parecen sentir cierta preferencia por ti — señaló—. No salgáis de aquí, iré a comprobar que...
No pudo terminar cuando la puerta se abrió tras ella, y sintió la peor sensación del mundo. Estaba triste, desanimada, y definitivamente no era capaz de siquiera pensar en algo positivo. Todo su cuerpo se sentía pesado, como si simplemente quisiera tirarse al suelo a llorar porque jamás podría ser feliz. Reconoció esa sensación de inmediato, aunque antes de realizar ese suave Patronus no-corpóreo una potente luz que procedía de la varita del antes dormido R. J. Lupin Los salvó a los cuatro. Harry se desmayó, y ella tuvo que procesar correctamente qué había ocurrido en tal corto plazo de tiempo.
— Así es — carraspeó volviendo en sí—. Eden Prince, ¿es usted el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras?
— ¿Eden? — repitió, mirándola con sospecha. La Slytherin no se inmutó, manteniendo en su rostro pálido una expresión de pura indiferencia y serenidad. No tendía a sonreír demasiado, y cuando lo hacía siempre se ocultaba tras sus dos cortinas de cabello negro.
— ¿Hay algún problema con mi nombre? — la incomodaba ese silencio y su mirada en ella. Lo último que necesitaba era que la gente supiera cual era su verdadero apellido paterno—. Debo ir a comprobar el resto de compartimentos, espero que disfrute las clases en Hogwarts.
Se dio media vuelta agitando la capa oscura que la cubría del frío, perdiéndose entre los pasillos aún sintiendo la pesada mirada del joven hombre cubierto de cicatrices. Se le veía agotado, como si no hubiera podido dormir en absoluto al estar corriendo una maratón. No era su problema, pero ese mismo curso debía realizar los TIMO y no quería ausencias en Defensa Contra las Artes Oscuras o un profesor mediocre como Lockhart.
Tras hacer una ronda comprobando que todo estuviera bien (Percy Weasley, el Premio Anual, la felicitó por su compromiso y responsabilidad), volvió a su compartimento vacío. La soledad era ya familiar para ella, estando acostumbrada a pasar los ratos en silencio incluso con su único familiar. Disfrutaba de esa serenidad en la que podía perderse en sus pensamientos, o tal vez realmente creía eso por el hábito.
