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Sumándose a la lista de productos en desarrollo y ya desarrollados, los cotillas de Fred y George (en especial George, quién conocía cada detalle de la vida privada de los estudiantes) se entusiasmaron como niños pequeños con las orejas extensibles. Así, mientras ellos hacían explotar cosas, ella embotellaba la Amortentia con la dosis indicada para cada perfume.
— Me pondré ese perfume en toda mi ropa para oler siempre bien — comentó Fred, recogiendo las mangas de su camisa a la altura de los codos para poder seguir jugando a hechizar las futuras orejas extensibles.
— No me importaría oler siempre a algo que me recuerde a cosas que me gustan — George apuntó con la varita a la oreja provisional.
— Ah, imagínate oler siempre a canela...
Eden se giró de golpe, aunque una explosión desvió la atención al caos generado por George. Eden había insonorizado la habitación para esas pequeñas bombas de ruido que podrían atraer a profesores. Tenían suerte de que el castillo fuera una fortaleza de aulas abandonadas y pasadizos imposibles.
— ¡Esa ha estado más cerca!
Eden cerró una botellita más, oliendo de nuevo el aroma de pólvora y chocolate caliente. No había cambiado en absoluto desde la primera vez que lo olió, aunque sospechaba que la pólvora se estaba imponiendo sobre la canela con el fortalecimiento paulatino de sus sentimientos.
Canela. ¿Fred acababa de decir que él olía en la Amortentia canela? Podría ser un comentario aislado, una coincidencia o una señal de que efectivamente, había correspondencia de Amortentias y, por tanto, de sentimientos. ¿Podría ser posible? ¿Fred Weasley realmente podría olerla en su Amortentia?
— El perfume de Amortentia no debe ser explotado demasiado, o generaría cierta obsesión — habló. Había aprendido a ignorar las explosiones y simplemente dejarlo pasar como algo normal—. Obsesión ajena y propia.
— Todo tiene su parte negativa — se quejó Fred—. Con lo bien que huele.
— Yo no podría soportar estar oliendo mi Amortentia constantemente — admitió—. Sería molesto por la intensidad de ciertos aromas.
— Yo podría oler toda la vida la mía — sonrió soñador Fred, aunque después de soltar un suspiro parecía haber recordado algo que le decepcionó—. Al menos la usaré para encontrar pareja para el baile.
Y las esperanzas de Eden se hicieron pequeños trocitos de vidrio estampado contra el suelo. Si realmente Fred estuviera interesado en ella, ¿no la pediría ir al baile juntos?
— ¿Eh? — George seguía algo aturdido por la explosión—. ¿Pareja? Ah, es verdad, el baile... ¡Pareja para el baile! — se llevó las manos a la cabeza, alternando la mirada de uno a otro. Parecía estar entrando en pánico, ¡cómo podría haber olvidado decirle a Fred que Eden en realidad no iba a ir con Krum al baile!—. Bueno, je, qué situación esta...
