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A medida que pasaban las semanas, las normas de Umbridge se volvían más estrictas y absurdas. Cuanto más absurda, más estricta. Comenzó con la prohibición de grupos, y poco a poco la pared se fue llenando de Decretos ridículos. Como Premio Anual era la encargada de asegurarse de que se cumplieran tal y como la Suma Inquisidora pedía, pero no podía importarla menos que dos alumnos estuvieran a menos de treinta centímetros o tuvieran la corbata mal atada. Principalmente porque era su novio quien parecía dispuesto a romper todos los decretos.
Al mismo tiempo, las clases del Ejército de Dumbledore continuaban en secreto. Todos habían avanzado pasos agigantados, y poco a poco incluían más hechizos avanzados. Eden propuso un par de maldiciones útiles, y fue forzada a hacer de profesora porque Harry no tenía tanto conocimiento del tema como ella.
— Mi preciosa Eddie — canturreó Fred, alcanzándola en medio del concurrido pasillo. De manera automática la Slytherin colocó su corbata y camisa—. Vaya, Eddie, que estamos en público.
— Exacto, deja de jugar con tu suerte — pidió—. Cada vez que entro a la oficina de Umbridge salgo con dolor de cabeza por los infernales maullidos de gatos y ese asqueroso tono rosa fucsia.
— Mi pobre bebé — la abrazó en medio del pasillo, dejando sin vergüenza un beso en su mejilla.
— Nos podrían castigar — murmuró, hundida en su túnica Gryffindor—. No estamos a treinta centímetros.
— Ningún decreto estúpido va a impedirne tocarte, Eden.
— Yo no diría eso tan seguro, Weasley — la irritante voz les hizo separarse. Fred ladeó media sonrisa burlona, generando en su cabeza más de veinte maneras de humillar al molesto Slytherin—. Veinte puntos menos para Gryffindor y castigado el...
— No tienes autoridad para eso, Malfoy — interrumpió Eden—. Eres prefecto, y no estás autorizado por ningún Premio Anual o profesor.
Malfoy sonrió en grande, y señaló una insignia brillante de su pecho. Sus enormes amigos hicieron lo mismo, aunque se vieron como torpes monos aprendiendo lenguaje de señas. ¿B.I?
— La profesora Umbridge nos autoriza — presumió—. Si eres inteligente, te unirás también y dejarás las malas influencias.
— ¿Tú eres una buena influencia, niñato llorón? — eran de una altura similar, aunque esa cara de niño mimado no intimidaría a alguien como Eden—. La máxima autoridad estudiantil soy yo, aprende a respetar la jerarquía y, por tanto, a tus superiores. Cuando seas Premio Anual, cosa que pongo en duda debido a tu pobre desempeño como estudiante con básicos niveles de educación, podrás tomarte esas libertades. Mientras tanto, cierra el maldito pico porque yo no soy tu madre, Hogwarts no es tu asquerosa casa y nadie va a darte la comidita en la boca cuando llores, ¿sí? Largo.
