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Todas sus crecientes sospechas acerca de la identidad de Alastor Moody, el profesor que cada día daba clases con un toque de locura, tuvieron que verse pausadas por diversos motivos.
En primer lugar, el maldito mapa. Harry le había dado el jodido mapa a su principal sospechoso. Realmente Potter era un tremendisimo idiota, pero se abstuvo de decírselo a la cara para mantener esa paz entre ambos.
En segundo lugar, sus exámenes. Una investigación personal no iba a interrumpir su perfecto boletín de notas, así que simplemente lo dejó a un lado a medida que su mesa de la biblioteca se llenaba de libros, y su cabeza de nuevos hechizos y términos memorizados a la perfección. Incluso Fred y George habían acabado estudiando por la presión de la azabache y sus malas miradas, algo que McGonagall elogió de su personalidad cuando se encontró con ella en su despacho para tomar el té. En su opinión, a pesar de las quejas de su padre, ambos eran la pareja perfecta. A Eden le resultaba extraño que dijeran eso, porque ambos tenían menos en común que Potter y Severus.
— Te pones nerviosa por nada, seguro que has sacado incluso más de la calificación máxima — señaló Angelina. Alicia seguía repitiendo en susurros sus respuestas. Eden prefería no interferir cada vez que decía algo erróneo para no agobiarla.
— Eso no es posible.
— Tampoco creí posible que Dumbledore fuera a meter dragones al castillo, y voilà — recordó la morena—. Alicia, déjalo ya. El examen ya está entregado y no se puede hacer nada.
— Tienes razón — suspiró—. Me vendría genial ahora jugar al Quidditch.
— En nuestro último año volveremos a ganar la copa — determinó decidida Angelina, rodeando con ambos brazos los hombros de ambas. Eden era un poco más alta que ella, pero aún así la Johnson se las apañó—. Eden, tienes que apoyar a Gryffindor. Por tus mejores amigas, cuñado y novio.
— Me lo pensaré — se encogió de hombros, restando importancia. El Quidditch no era de sus temas favoritos, pero escuchó la apasionada conversación entre ambas cazadoras mientras iban al patio con los gemelos y Lee, quienes habían terminado antes los exámenes.
— ¡Novia! — saludó sonriente Fred. Eden agitó la mano de vuelta, sin poder creerse como después del tiempo que llevaba siendo su novia seguía poniéndose nerviosa al verle—. Ah, y vosotras dos.
— Payaso — Alicia le lanzó una piedrecita que recogió del suelo cuando iba hacia Lee con un puchero—. Eden no quiere decirme si tengo las respuestas mal.
— Es desalentador y yo parezco una pedante — se justificó, dejando las cosas en el banco con tranquilidad. Soltó un suspiro al sentarse, lamentando que su mala postura al estudiar que se viera reflejada en un dolor de espalda constante.
