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Lo último que esperaba escuchar un bonito sábado por la mañana eran gritos y explosiones. Menos si estaba estudiando para su examen de Defensa Contra las Artes Oscuras. La biblioteca se vació en un segundo para ir a explorar, pero ella prefirió mantenerse junto a la vieja sorda señora Pince.
— Eden — llamó la anciana que muchas veces la había de pequeña mientras su padre daba clases—. ¿No irás a investigar que ha pasado?
— No me interesa demasiado — la bibliotecaria hizo una mueca, observando la puerta entreabierta. Conocía perfectamente ese tipo de mirada. Soltó un suspiro, cerró los libros memorizando la página por la que iba y se quitó la capa negra para revelar su uniforme con la insignia de prefecta—. La contaré todo cuando vuelva.
La vieja bruja sonrió contenta, y se sentó en su escritorio esperando la información sobre el desastre que se escuchaba de fondo. Arrastró los pies mientras avanzaba por los pasillos, encontrando el centro de caos en las puertas del Gran Comedor. Una enorme multitud rodeaba a alguien, y podía ver a McGonagall regañar a los culpables. Su instinto la gritó que había dos pelirrojos involucrados en el asunto.
— ¡... INTOLERABLE, WEASLEYS! — escuchó. Se hizo paso entre los alumnos hasta llegar junto a la subdirectora. Además de ella, Percy Weasley miraba con vergüenza a los gemelos. También estaba un prefecto de Ravenclaw, y una de Gryffindor.
Eden analizó la situación mientras otro profesor llegaba. En el centro, había un enorme caos de colores y una sustancia viscosa. Además, colgando en el aire había dos personas. Solo cuando se fijó bien pudo reconocer a Tharp y Poole con la piel de un extraño tono verdoso y cubiertos de esa sustancia de dudosa procedencia. Los gemelos estaban frente a ellos mostrando sonrisas de orgullo. El primero en verla fue George, quien avisó a Fred con un codazo. Este último agitó la mano feliz como saludo, enfadando el doble a McGonagall.
— ¿Qué ha pasado? — susurró hacia la prefecta.
— Fred y George le han gastado una mala broma a Tharp y Poole — McGonagall recitaba posibles castigos por su grotesca actitud—. Ha sido bastante gracioso, en realidad. Dicen que estarán verdes por semanas. Han dicho algo de haber hecho la broma que les solicitaron, y Poole se ha enfadado el doble. Ha sido humillante, porque les han colgado del techo. Se llevarán un buen castigo por esto.
Habían gastado una broma a Tharp y Poole, los autores de sus vómitos y ansiedad. En lugar de a ella, habían preferido sacrificar potenciales clientes y reputación, además de buenas tardes de castigos. ¿Por qué se sentía tan feliz en ese momento?
Severus llegó, analizó la situación, y bajó del techo a ambos Gryffindor. Se puso frente a los Weasley y a un lado de McGonagall, mirándoles como si fueran la mayor decepción mágica de la historia. De alguna manera, quería poder decirle que esa broma había estado bien, porque era una pequeña justicia por la salud mental y física de su hija.