TWO | GET LOST, WEASLEY

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Su vida tenía un horario bien establecido. No había nada que pudiera escaparse de entre sus manos, excepto aquel par de pelirrojos tan espontáneos e irritantes. Eran como esos hechizos de magia involuntaria que acababan generando algún desastre.

— ¡Qué buen día hace, Prince! — dijo uno, colocándose a su derecha. Eden frunció el ceño, apartando el cabello de su rostro tratando de adquirir paciencia para lo que fuera que quisieran ese par. No les diferenciaba, algo que la irritaba ya que ni sus nombres conocía bien.

— ¿Qué queréis, Weasley? —fue directa, deteniéndose con una postura firme. Eran altos, pero ella era mil veces más intimidante que ellos dos juntos. Gracias, genes Snape—. No tengo tiempo para vuestras payasadas.

— Eres la mejor en Pociones de nuestro curso —comenzó el otro. Ni si quiera sabía sus nombres.

— De Hogwarts entero —corrigió el clon—. Te proponemos un trato.

Eden definitivamente no tenía tiempo para eso.

— Perdeos, Weasley.

Dio media vuelta, y antes de que pudieran alcanzarla había entrado al aula de Transformaciones donde McGonagall esperaba, lanzando una mirada severa a los pelirrojos desde la puerta. La perfecta prefecta de Slytherin se sentó firmemente junto a un alumno de su casa, enviando una última mirada gélida antes de que la puerta se cerrara.

Fred miró a George, y este asintió entendiendo el mensaje no verbal: iban a a conseguir la ayuda de Eden Prince aún si debían ridiculizarse en el proceso. Nadie, absolutamente nadie más, era tan brillante en pociones como la Slytherin, y si jugaban bien sus cartas sabrían como atraer la avaricia de una serpiente como ella.

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— Señorita Prince — llamó McGonagall, mientras todos se marchaban al almuerzo. Desde el interior del aula donde solo quedaban dos Slytherin charlando entre sí se podían escuchar a la perfección las conversaciones de los alumnos menores de Hufflepuf pasando hacia el Gran Comedor. Su estómago se encogió al imaginarse el almuerzo. Tenía hambre, bastante hambre.

— ¿Necesita algo, profesora? —la Gryffindor analizó su postura firme y gesto serio. Realmente Eden era una mini Snape de mirada más cálida. Al menos tenía ciertos rasgos heredados de su parte materna, porque de otra manera el juego de los apellidos secretos no serviría para ocultar su relación sanguínea.

— ¿Los señores Weasley la están molestando de alguna manera?

Ahí estaba. Todos los profesores sabían su parentesco con el jefe de casa Slytherin. Era obvio, aunque también tenía que ver bastante que hubiera sido un padre soltero sin nadie que cuidara a una mocosa que apenas sabía estornudar sin estallar un jarrón con magia accidental. Se crió viendo a los profesores, con niñeras y gente de confianza del azabache. Aún así, Severus Snape jamás permitió que se sintiera abandonada por su propio padre. La visitaba, la contaba cosas, la enseñó a leer, escribir y hacer pequeñas pociones simples. Celebró sus cumpleaños, y a pesar de no sentir emoción por la Navidad siempre decoraba un pequeño arbolito y la entregaba un regalo envuelto. McGonagall, la mujer que llegó incluso a cambiarla los pañales, sabía leer el comportamiento de la adolescente incluso cuando lo ocultaba.

𝗣𝗢𝗧𝗜𝗢𝗡 ━ 𝐹𝑟𝑒𝑑 𝑊𝑒𝑎𝑠𝑙𝑒𝑦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora