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Sin sonar exagerada, la cantidad de cartas que recibió desde la morada Weasley serviría a la perfección para encender durante todo un invierno la chimenea de Slytherin. Escribían más pergaminos en cartas para ella de lo que escribieron durante toda su vida estudiantil en exámenes, y estaba probablemente maximizando la cantidad de hojas de exámenes rellenas.
A mediados de julio, mientras en el pequeño laboratorio de su hogar preparaba con excesiva concentración las galletas de canario, la vieja lechuza de los Weasley se estrelló contra la ventana con tres cartas en total. La primera era sobre los caramelos longuilinguos y su increíble desarrollo (a George le habían alargado la lengua hasta un metro), la segunda únicamente de Fred expresando su emoción por el mundial de Quidditch y su increíble verano, y la tercera de ambos invitandola al mismo mundial.
— ¿Mundial de Quidditch? — repitió Severus, apartando la mirada del periódico. Pudo notar cierto hollín en las mejillas de la azabache fruto de su experimentación. Detenerla era limitar su potencial, y prefería asomarse de vez en cuando para comprobar que no se explotaba a sí misma—. ¿Te gusta el Quidditch?
— No es tan horrible — se encogió de hombros.
— ¿Quién te invita a ir con ellos? ¿Los Malfoy? Lucius estuvo presumiendo durante semanas de su invitación personal del Ministro...
— Los Weasley — cerró el periódico de golpe, ocultando las imágenes de las noticias de la semana. Su padre adoraba leer el periódico en su sofá junto a los libros y la chimenea, y ella tendía a sentarse en la alfombra a leer cualquier libro disfrutando del silencio.
— ¿Por qué los Weasley te han invitado a ir a un mundial de Quidditch con ellos? — preguntó lentamente, separando cada palabra con cierto énfasis. Parecía ciertamente desconfiado.
— Porque gracias a mí han aprobado seis TIMO — no quiso decir que esos seis TIMO habían sido una suma conjunta entre ambos.
— Supongo que habrás dicho que no, ¿cierto?
— En realidad... Sí. He dicho que no — suspiró resignada—. Solo quería comentártelo.
— Perfecto — volvió a abrir el periódico—. No comprendo esa repentina obsesión de ese par de zoquetes hacia ti, pero no me agrada en absoluto. Cuanto más lejos te encuentres de gente como ellos, mejor será para ti.
— No son malos — insistió—. Ellos son algo así como... Mis amigos. Amigos, sí.
— ¿Amigos? — repitió, mirándola por encima del periódico—. ¿De todos los estudiantes de Hogwarts, llamas amigos a esos dos? Personas como Elizabeth Sheppard o Keaton Webster son mejor influencia para ti, ambos son prefectos de Ravenclaw. Incluso tu compañero de Slytherin, Frank Bulstrode.
