THREE | SURREY

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Eden jamás había sentido pasión por los periodos de vacaciones. Ni si quiera cuando iba a Hogwarts, o cuando era una niña. No tenía amigos o actividades de ocio exteriores, tampoco la apasionaba la Navidad, ir a la playa o algo similar. Su primer verano lejos de su padre en Grimmauld Place fue terrible, y ese año en el que oficialmente era una adulta independizada y con un negocio, se sentía abrumada.

Fred y George eran las caras de Sortilegios Weasley, quienes interactuaban con los clientes. Ella prefería el papeleo detrás del negocio, y aún así lo sentía escaso. Tenían buenos proveedores, los currículum que llegaban para un trabajador de apoyo eran la mayoría nefastos y las facturas estaban pagadas siempre a tiempo. Las ganancias eran tantas que comenzaron a darse ciertos caprichos, desde ropa nueva hasta salidas a restaurantes. 

Eden prefería ahorrar. Su cuenta bancaria, la cual contenía el fondo que depositó su padre para pagar sus estudios posteriores a Hogwarts, estaba intacta. Cada año, sin falta, su padre metía la mitad de su propio sueldo como profesor para que ella pudiera disponer de dinero cuando quisiera explorar mundo y estudiar. Se negó a tocar nada, y abrió otra cuenta de ahorros independiente para las ganancias del negocio. Ganancias que escalaban en galeones a un ritmo sorprendente. 

A pesar de los prejuicios, Fred y George eran muy astutos y sabían manejar el dinero a la perfección. Una parte para pagar sus obligaciones, otra para necesidades básicas, otra pequeña para ocio y lo restante para ahorros. Fred destinaba más que George a los ahorros, y su explicación fue que estaba ya tratando de asentar cabeza para su boda, futuro hogar y familia.

Todo era perfecto, pero estaba abrumada. Abrumada del ruido, de su brusco cambio radical de rutina. Abrumada de no poder enviarle una carta a su padre y hablar de sus preocupaciones. Abrumada de la guerra. Abrumada de sentirse así a pesar de que todo estuviera yendo tan bien en su vida.

Alastor sugirió que se uniera a sus entrenamientos para liberar tensión y de paso mejorar en duelos, Remus que le contactase siempre que quisiera para ir a pasear o tomar un té y Tonks que saliera algún día de la rutina. Trató hacer las tres, pero los entrenamientos la recordaban a la guerra, las charlas con Lupin a las noches frente a la chimenea con su padre y salir de la rutina la daba la sensación de estar perdiendo el control.

Era irónico como, en ese momento, lo único que la diera paz fuera un barrio muggle de Surrey. Los aspersores estaban apagados debido a la falta de lluvias, lo que generaba un tono amarillento en el césped delantero de las casas de la calle. Todas eran idénticas, mismo buzón, número de ventanas y color de ladrillo. Incluso los coches eran similares, y el periódico estaba tirado en la misma posición frente a cada puerta. La simetría y la tranquilidad eran embriagadoras.

Se detuvo frente a la cuarta casa, y tras comprobar que era dirección correcta llamó a la puerta. Había ruido en el interior, pero este se detuvo de golpe cuando llamó. Segundos más tarde, unos pasos pesados tras la puerta dieron la bienvenida al hombre más grotesco que Eden había visto jamás. El señor Dursley, como creía recordar, era un hombre de mediana edad con notable sobrepeso y falta de higiene. Su bigote estaba grasiento, y su camisa abrochada con fuerza llena de migas. Su expresión se arrugó en disgusto cuando la vio tras la puerta, y ella no se molestó en sonreír como saludo.

𝗣𝗢𝗧𝗜𝗢𝗡 ━ 𝐹𝑟𝑒𝑑 𝑊𝑒𝑎𝑠𝑙𝑒𝑦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora