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Harry llegó aquella noche, mientras la Orden se reunía en una quedada de suma importancia en la sala. La habitación estaba hechizada para evitar las orejas mágicas de Sortilegios Weasley, o metiches de cualquier tipo. Su padre también estaba ahí, y a pesar de que Fred y George quisieran ir a escuchar como otras veces, esa vez se vieron atraídos por los furiosos gritos de Harry en las habitaciones del fondo.
— Eddie...
— Os estáis muriendo de ganas de ir a molestar — con cuidado, hizo que exactamente tres gotas de suero cayeran en el caldero. Fue inmediato el cambio de color—. Adelante, puedo terminar esto por mi cuenta.
— Eres la mejor — musitaron a la vez, antes de desaparecer con un chasquido. Escuchó a Hermione quejarse de eso, y luego silencio. Estaban hablando como personas normales de nuevo.
Dejó reposar la poción mientras ordenaba los papeles. En total, había creado ese verano otras tres pociones diferentes y una variación especial de la poción de la risa. A diferencia de la original, la nueva alteración tan sólo te daba la sensación de felicidad de una buena carcajada. Probó la poción con George, y aseguró estar siendo el idiota más feliz hasta que se le pasaron los efectos. Aún debía analizar el grado de adicción que pudiera generar y, a su vez, la toxicidad de una ingesta excesiva.
— Eden — Lupin se asomó tras llamar con suavidad. La azabache hizo un ruidito indicando que le estaba escuchando, aunque terminaba de escribir todos los avances en los proyectos actuales—. Tu padre espera abajo.
— Por supuesto, quedarse a cenar es algo demasiado difícil — susurró para sí misma, dejando la pluma a un lado y colocando los papeles en un orden milimétrico. Comprobó la poción, hizo una mueca cuando el color azulado se tornó violeta y la descartó de inmediato—. Gracias por avisarme, Remus. ¿Tú sí te quedarás?
— Claro — sonrió despacio, dejándola salir de la habitación de experimentos y cerrando tras ella—. Harry ya ha llegado también.
— Le he escuchado gritar a los cuatro vientos sus hazañas y penas. No puedo culparle, si hubiera sido abandonado de tal modo estaría furiosa.
Había cierto toque de ironía tras ello, más que nada porque en el momento que dijo eso, su padre estaba mirándola desde el porche.
— Pasaré pronto.
— ¿Pronto es para ti septiembre?
— Eden...
— Cuídate, papá — suspiró—. Ya sé que no puedes enviar cartas y pasarte aquí cada día, pero apreciaría que al menos un día te quedaras más tiempo que este tipo de despedidas tras una reunión.
— Lo intentaré — mentira. Detestaba a Remus, odiaba a Sirius y Potter le suponía una alergia mortal. Por no hablar de Fred, George y los amiguitos de Potter. Sentía que al menos podía tener una relación medianamente cordial con los señores Weasley.
