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— ¡Por las Barbas de Merlín, niños, dejad de correr! ¡Como no os estéis quietos ahora mismo se acabó el Quidditch!
Fred amaba molestar a las personas. No era por algún motivo en específico, simplemente le divertía. Le divertía ver sus ceños fruncidos, el sonrojo de ira y como los demás reían a su alrededor. Más que otra cosa, amaba pasar tiempo con su hermano George. Bill y Charlie eran demasiado mayores para sus payasadas, Percy demasiado serio, Ron demasiado llorón y Ginny demasiado pequeña y delicada. Pero no le importaba, porque era algo especial entre gemelos.
— Ignoralos, mamá — suspiró Charlie, por poco tropezando con George. A cada segundo que pasaba, Percy adquiría un tono más rojo de vergüenza. Como alumno de tercero, estaba terriblemente avergonzado de que los demás vieran su desastrosa familia.
— ¡Van a chocarse con alguien! — exclamó, tratando de ponerles pausa. Sin papá, mamá se agobiaba mucho más. Fred solo quería pasar tiempo con sus hermanos pequeños antes de ir a Hogwarts durante un año. Jamás lo admitiría, pero extrañaría a Ginny y Ron tanto como siempre extrañaba a Bill, Charlie y Percy cuando se iban cada año.
— ¡Somos demasiado ágiles, esquivamos a las personas! —rio, girando a tiempo cuando casi se estampa con un niño de su edad que caminaba de la mano de una mujer con dos niños muy pequeños.
— ¡Claro que no, George! ¡Fred! ¡Quién seas!
Ambos soltaron una carcajada, y pudo ver a sus hermanitos reír bajito para que su madre no les regañase también. Se sentía feliz al ver a los demás reír gracias a él.
Una niña de pelo oscuro trató de pasar entre la gente, aunque la mala suerte de chocarse con los demás no fue de los gemelos, sino de la mujer que les perseguía tratando de detener su estampida. La chica soltó un quejido cuando su baúl cayó al suelo, y ella siguió su misma trayectoria. Todos fueron de inmediato a rodear la situación, escuchando los gritos preocupados de su madre comprobando el estado de la niña.
Fred ladeó la cabeza analizando a la desconocida. Su cabello era oscuro, tanto como el carbón, y evitaba mirarles a los ojos algo agitada. Parecía un fantasma con esa capa tan grande cubriendola, aunque detrás de ese gesto de nervios era tierna.
—¿Es tu primer año? — el caballeroso Charlie se acercó de inmediato a ayudar, y ella asintió—. Te ayudo con tu maleta, se ve pesada.
— Puedo sola, gracias — murmuró acelerada. Miró un momento a Charlie y Percy, y pudo ver que sus ojos eran muy oscuros. Aún así, cuando la luz de la estación se reflejó en ella, juró ver un tono grisáceo en su mirada inquieta. Quería ver mejor su color de ojos.
— Una chica te ha rechazado, Charlie — habló. Quería que le mirase. Apenas posó la mirada en él un segundo, y huyó sin despedirse con su pesado equipaje.
