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Eden era plenamente consciente de que se estaba comportando de un modo infantil.
Ignorar las cartas de Percy o dar largas a sus invitaciones no era maduro, tampoco haberle ocultado la nueva información a los gemelos, cuando absolutamente todos eran conscientes ya del extraño triángulo amoroso al que fue arrastrada. Sus amigas lo sabían, también Lee, su prima Tonks, Remus e incluso Alastor. El auror no opinó demasiado, solo que Percy estaba un poco delirante al haberse montado tal historia ("¡Alerta permanente, en la guerra no existen los amigos en el otro bando!").
— Hey, ¿todo bien?
George tomó las cajas de sus manos como si no pesasen nada en absoluto, mirándola con cierta preocupación. Fred estaba atendiendo clientes al fondo, y ellos preparaban todo para la ola de estudiantes que pronto irían a Hogwarts con decenas de sus productos en el baúl. Habían comenzado a buscar a algún trabajador extra para que se ocupase de la caja o como reponedor, pero aún no había nadie fijo.
— Solo estaba pensando — sonrió levemente al pelirrojo. George alzó ligeramente las cejas, dudando de su respuesta. Desde que vivían juntos, se habían unido más que nunca—. Solo... Le estaba dando vueltas a una cosa.
— Sabes que puedes hablar conmigo de lo que necesites, Ed — dijo, colocando la pila de cajas—. ¿Es relacionado con Fred y por eso no quieres decirme? Somos gemelos, pero si te ha hecho algo iré a golpearle.
— Fred y yo estamos muy bien — afirmó. Miró a los lados, comprobando que estaban solos en el almacén, y después miró los suplicantes ojos avellana del gemelo menor. Estaba sediento de chisme, y también preocupado por su gesto pensativo—. Es... Es acerca de Percy, tu hermano.
— ¿Ese imbécil? — su cara se arrugó en un gesto de puro disgusto—. ¿Por qué sigues hablándote con él?
— Porque... — negó ligeramente con la cabeza—. Tienes que prometerme que no le dirás nada de esto a Fred, George.
Él dudó por unos instantes. Finalmente, asintió. George se tomaba muy en serio las promesas, así que comenzó a hablar. Le contó acerca de su encontronazo con Penelope Clearwater en el Ministerio, su historia y como después de eso comenzó a fijarse en la actitud de Percy desde la Navidad en la que dejó a su novia. Sus indirectas, sus insistencias para que dejase a Fred, las numerosas invitaciones. George dejó de mover cajas, y se sentó en un taburete con una concentración que jamás mostró en clase. Si le viera McGonagall, llamaría a San Mungo sin dudarlo dos veces.
— Si Fred se entera le matará.
La conclusión de George era obvia. Eden asintió, concordando.
