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— ¡NO PUEDE SER!
Sobresaltada, dejó la comida y corrió al salón. No fue la única con la misma intención, ya que chocó a medio camino con su esposo e hija. Apresurados, incluso nerviosos por lo agustiado que había sonado ese grito.
— ¡¿Qué ha pasado?! — Arthur tenía la varita en alto, listo para defender a sus hijos de aquello que hubiera causado tal grito. George se cubrió la cara avergonzado, mientras Fred rodaba en la alfombra abrazado a un pergamino—. George, ¿qué le pasa a tu hermano?
— Es adoptado, es adoptado, es adoptado...
— Fred, cariño, ¿qué ocurre? —Molly se agachó a su altura, y él señaló una parte del pergamino. El resto estaba borrado para evitar que sus padres averiguaran acerca de la colaboración de Eden en Sortilegios Weasley—. Vaya, al final no dejan a Eden venir.
— ¡NO LA VERÉ HASTA SEPTIEMBRE Y MI SUEGRO NO ME QUIERE! — lloriqueó de nuevo. George sacó de su bolsillo otra carta, y se la pasó ocultando una carcajada. Ginny se tiró a su lado en el sofá, disfrutando del show.
— ¿De quién es esa carta? — susurró la menor.
— De Lee — rio el menor de los gemelos, apreciando como la expresión de Fred se transformaba a medida que leía más y más—. Estuvo con Eden comprando los libros y tomando helado.
Una vez leyó la burlona dedicatoria de Lee, Fred volvió a su actuación dramática. Esta vez, maldecía la suerte de Lee después de encontrarse con la que había asegurado más de cien veces que era la bruja más brillante que había conocido. Ante los gritos, Percy bajó pisando con fuerza los escalones para resaltar su enfado.
— ¡Estoy trabajando! — reclamó. Molly le extendió la carta de Eden, y después de leer aquel mensaje sobre los calderos y su importante trabajo, parecía haber dejado de maldecir el tener hermanos menores—. ¡Al fin alguien con sentido común! Los culos de los calderos y su grosor son importantes factores a tener en cuenta para magos y brujas como Eden...
— El padre de Eden me odia — repitió Fred, ignorando los murmullos de su hermano mayor—. Lee ha podido tomar un helado con ella y yo no, ¡mamá, que hago mal!
— ¡Esto te pasa por no haber estudiado más!
— ¡Eden me ayudaba a estudiar! — todo lo relacionaba con la azabache, y comenzaba de nuevo el drama. George anotó más líneas verticales en el pergamino que siempre llevaba encima.
Desde que Fred y George les presentaron a su familia a Eden, el mayor de ambos no había dejado de hablar de ella. Hablaba sobre lo increíble que era con las pociones, la manera en la que siempre tenía la respuesta a cualquier pregunta e incluso lo preciosa que se veía al sonreír, reír o enfadada. Bill, quien estaba de visita, le espetó que admitiera de una vez que estaba loco por ella, y a Fred le costó días en aceptarlo y en afirmar que en cuanto volvieran a Hogwarts lucharía por conquistar su corazón de murciélago de mazmorra.
