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Harry sentía que confiar en Eden era la mejor opción en ese momento. No solo era ya una más de la familia Weasley (a pesar de que su madre fue la causante de la muerte de los suyos y su padre era su enemigo escolar), sino que además tenía algo que él no: información. Sabía de pociones, encantamientos, criaturas y cosas muggles. También sabía de magia oscura. O eso había creído escuchar en algún lado. Tenía sentido si recordaba que era una Snape Slytherin.
— Eso es una estupidez — dijo en cuanto terminó de hablar acelerado—. ¿Tú, un animago? Hay muchas cosas irracionales en esa argumentación. En primer lugar, las transformaciones a animales no funcionan tan sencillas. Si el Señor Tenebroso es un animago, no tiene sentido que tú también lo seas solo porque te haya poseído. En segundo lugar, no te puedes escapar de Hogwarts y aparecerte de nuevo. Hay magia específica que prohíbe eso, ¿sabías? ¿Acaso no has leído Historia de Hogwarts? Debería ser una lectura obligatoria en primero.
— ¡Entonces no entiendo nada! — se dejó caer en su cama. Eden simplemente le miraba, apoyada en la pared con tranquilidad. También confiaba en ella porque era... tranquila. Desprendía cierta serenidad, y prefería discutir aquello con la azabache porque sabía que no se alteraría como Hermione o Ron. Incluso se estaba relajando al verla tan tranquila—. Si Voldemort me está poseyendo, ¡estoy dándole información ahora mismo sobre la Orden!
— Bueno, si fuera así ya estaríamos todos muertos. El Señor Tenebroso no es un mago paciente. En cuanto obtuvo la ubicación de tus padres fue sin dudarlo a hacerles una visita.
Harry no escuchó, y sacó su baúl de manera acelerada. Eden suspiro, decidiendo no intervenir.
— ¿Así que nos estamos fugando? — Phineas Nigellus, el ex-director, habló desde el retrato—. ¡Pensaba que para pertenecer a Gryffindor se debía ser valiente! Aunque hubieras estado mejor en mi casa. Los Slytherin somos valientes, sí, pero no estúpidos. Por ejemplo dada la oportunidad elegiríamos salvar nuestro propio cuello.
— Yo diría más bien que no actuaríamos de manera tan impulsiva — opinó Eden—. En ocasiones los leones rozan lo irracional, la demencia. Harry, detente un momento y usa eso a lo que llamas cerebro.
— Tengo un mensaje de Albus Dumbledore — comentó vagamente Phineas—. Quédate donde estás. Dumbledore dice: "Quédate donde estás".
— ¿Qué más dijo? — Phineas negó la existencia de algún otro mensaje. Eden no toleraba los insufribles acertijos egocentristas de Dumbledore. Harry comenzó a discutir con el retrato mientras actuaba como el adolescente asustado, impulsivo y usado que era, y ella le dio varias vueltas al asunto. Convivir con Fred, George y Lee la habían otorgado la oportunidad de ser capaz de concentrarse incluso en medio de una explosión.
Una vez el hombre se marchó del cuadro argumentando que Dumbledore tenía razón y Harry solo era un mocoso, el niño milagro se tiró al colchón frustrado y agotado.
