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Eden creía firmemente que Harry Potter era el chico más impulsivo y suicida que había conocido en su vida. En lugar de realizar cualquier clase de hechizo para distraer al dragón como le sugirió, invocó una escoba y se puso a jugar a las persecuciones con un dragón diez veces más grande y peligroso que él. Lo peor fue que quedó con buena puntuación.
Angelina pronunció a voces lo orgullosa que estaba de su buscador, Alicia casi llora cuando por un milímetro Potter sale ardiendo y tanto los gemelos como Lee estuvieron chillando alentando al dragón a comerse al campeón. Fue invitada a la fiesta de celebración, pero rechazó la invitación ya que no sentía correcto entrar a la Sala Común de Gryffindor siendo ella una Slytherin.
— Espera, Eden — a medio camino hacia las mazmorras, sintió a Fred tomar su brazo con suavidad. Seguía irritada con su comportamiento, pero no sería una inmadura y le ignoraría—. Yo... No me río de ti. De verdad, créeme. Jamás me reiría de ti.
— Entiendo — cruzó los brazos tras su espalda, analizando su expresión. Parecía realmente sincero—. Disfruta tu fiesta.
— No quiero que te vayas enfadada o pensando mal de mi — murmuró apresurado—. Realmente creo que eres extraordinaria, brillante, la chica más interesante que he conocido en mi vida... ¡No me mires así, digo la verdad! — exclamó ante la mirada desconfiada de la Slytherin—. ¿Por qué no te ves como te veo yo? Tienes las mejores notas, creas tus propias pociones, eres creativa y bonita. ¿Por qué no puedes aceptar que alguien piense que eres genial? ¡Hasta el murciélago Snape parece apreciarte!
— ¿De verdad me preguntas eso? Día tras día escucho como se ríen de mi. Soy Acusica, la repelente...
— Eres Eden, la mejor amiga de Lee Jordan — cortó—. La futura Premio Anual, la prefecta más responsable. No eres Acusica, eres Eden.
Tragó saliva, incapaz de mantenerle la mirada. Huía por pasillos alternativos para no cruzarse con aquellos que cantaban ridículas canciones llamándola Acusica, temiendo a cada minuto ver una babosa salir de su estómago. Incluso escuchar risas tras ella cuando caminaba por los pasadizos la generaba tensión y miedo.
— Agradezco que me aclares esto — carraspeó—. Ve a la fiesta, yo iré a descansar.
— Estás huyendo — señaló, volviendo a detenerla—. Por favor, Eden, no pienses que me río de ti. Yo... — se detuvo, negando—. Me gusta halagarte, porque es lo que pienso de ti. Si quieres puedo tomarme todos los caramelos de la verdad que tengamos para demostrarlo.
Fred estaba siendo sincero, y eso solo causó que su pecho se encogiera. ¿De verdad ella podía verse de tal modo ante sus ojos? Acusica, fea, murciélago, pomposa, repelente, pelota... Pero para Fred, era brillante, inteligente, creativa, extraordinaria y divertida. Era un cambio muy brusco de perspectiva. Lo más bonito que alguien llegó a decirla fue su padre, resaltando lo orgulloso que estaba de su responsabilidad y ambición.
