Capítulo 30

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Esa mañana me despertó un búho del ministerio que se posó en frente de mi ventana y comenzó a pegarle picotazos, eran las doce del mediodía y quién sabe cuánto tiempo llevaría el pájaro allí esperando, aunque seguramente comenzaría a picotear el vidrio apenas llegó.

No tenía ganas de abrir, ni tan siquiera de levantarme, así que me di la vuelta y me escondí entre las cobijas. Durante nuestra estancia en la casa de los Malfoy me había acostumbrado a colarme en la habitación de Hermione todas las noches, y por lo mismo se sentía algo extraño volver a despertar solo y sin tener que preocuparme por despertarla.

El ave continuó llamando y luego de un par de minutos me puse de pie, mi cuerpo entero se quejó adolorido, caminé hasta la ventana y dejé entrar a la lechuza; traía un citatorio para ser interrogado en el ministerio mañana por la mañana.

Sentía un nudo en la garganta, el citatorio era algo esperable aun así me daba miedo, era como una convocatoria a mi propia ejecución.

Como protesta considere mandar de vuelta el pájaro sin darle ninguna recompensa por traer la carta. Por lo general los búhos del ministerio no tienen la costumbre de esperar recompensa, pero este parecía bastante joven, seguramente aún no había experimentado ninguno de esos malos ratos por los que suelen pasar los mensajeros de malas noticias, y no ha aprendido que lo mejor es levantar el vuelo inmediatamente después de entregar la carta.

No iba a ser el primero en enseñarle a ser más desconfiado, así que tomé un poco de comida para búhos y se lo di. Cerré la ventana inmediatamente después de que se marchara y me dejé caer en la cama deseando, solo un poco, haberme ahogado de verdad en la cueva.

¿Por qué tenía que siempre hacer alguna torpeza?

El plan había sido llevado a cabo impecablemente por los demás. Teníamos poco tiempo así que lo primero que hice fue preguntar a Severus si había otra forma de reconocer un cadáver que no fuera con la firma mágica, cosa de la que no debíamos preocuparnos porque el fuego maldito la eliminaría por completo.

—Registros dentales —respondió mi amigo señalando sus dientes con ligero movimiento de la mano.

—Eso suena muy muggle —cuestioné.

—Algunos medimagos son nacidos de muggles, seguramente es de esas cosas que entran en nuestro mundo por medio de ellos y los magos lo encuentran útil.

—No creo que sea mejor que el reconocimiento por firma mágica.

—Lo es cuando hay magia oscura involucrada.

—¿Hay alguna poción que sirva para derretir los dientes?

—Sí... pero no puedo prepararla en un solo día, tal vez podríamos comprarla...

—Ni hablar. El ataque a los Bones seguramente salga en la portada del profeta y no sería bueno para nosotros que nos vieran comprando pociones capaces de derretir hueso el día anterior.

—Pero la única poción que podría derretir los huesos que conozco tarda tres días en hacerse. Tal vez podríamos desaparecer todos los dientes.

—Entonces nuestros compañeros sabrían que intentamos ocultar algo, el Lord no es tonto, egocéntrico sí, pero esto no sería algo que pudiéramos encubrir apelando a su orgullo.

—Tiene que parecer que perdieron los dientes debido a tortura —suspiro Severus—. Podríamos arrancarlos y llevarlos a la próxima reunión como un trofeo, al Lord le gusta coleccionar trofeos, apreciaría un regalo así.

—¿Y hay alguna forma de eliminar la firma mágica si son solo los dientes?

—No, la única manera es el fuego y creó que tendríamos el problema de que el lord nos preguntaría porque están quemados unos dientes que supuestamente extrajimos antes de incendiar la casa.

El diario de Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora