Veinticuatro

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Su madre habría enloquecido de haberlo sabido, su padre había sugerido enviarlo lejos con algún pariente lejano hasta que se le quitara el capricho y su hermano habría saltado de felicidad mientras lamentaba no haber tenido un asiento en primera fila para ver a sus padres recibir la noticia.

Pero ya no estaban aquí.

Ninguno de ellos.

Por lo que sabía su abuelo Arcturus había muerto en el noventa y uno, y su abuela Melania en el ochenta y ocho, no quedaba ya nadie que pudiera reclamárselo, impedírselo o castigarle.

Pero se sentía culpable.

No era tonto, sabía que se estaba encariñando con la chica desde hace tiempo, sabía que de todo su nuevo entorno era Hermione a la que más apreciaba, su única aliada por mucho tiempo, había cambiado sus palabras muchas veces para no ponerla en su contra, tanto que no sabía en qué momento dejo de parecerle tan desagradable la idea de que los Black comenzaran a ser una familia que no estuviera en contra de los muggles, incluso había considerado que él podría ser amigo de Hermione.

Pero siempre se había negado la posibilidad de algo más.

La gente a su alrededor los molestaba, algunos los trataban como si fueran ya una pareja conformada, entonces ambos lo negaban y se ruborizaban, y esas bromas nunca le incomodaron, le gustaban más de lo que se admitía.

Pero de eso a tener una relación formal con Hermione... Hacerlo sería convertir a los Black en una familia de mestizos y sus parientes dijeron que era mejor desaparecer completamente antes de aceptar la existencia de un heredero mestizo.

Pero se sorprendió deseando tener algo más con Hermione. Temiendo que ella no quisiera lo mismo con él.

Cuando entró a su casa se recargo contra la puerta de la entrada cerrando los ojos, se alegraba de que el retrato de su madre no se hubiera despertado porque no sabía cómo la miraría en ese momento.

Cuando abrió los ojos los fijó en las escaleras empolvadas, en la madera vieja de los escalones y el pasamanos, en la lámpara medio rota, en las cabezas de los elfos, en la humedad que manchaba los tapices.

¿Qué era la familia Black ahora? ¿Valía la pena seguir viviendo de una gloria antigua?

Siempre se había esperado algo de él, cuando era niño tenía que ser la alegría de su madre, cuando entro a Hogwarts tenía que ser el estudiante modelo, cuando Sirius se fue de casa tuvo que ser el heredero ideal, cuando estaba por terminar Hogwarts tenía que conseguir una compañera a su altura, cuando se convirtió en moritifago tenía que dejar en alto el apellido, cuando sus padres enfermaron debía ocuparse de que la noble y antigua casa de los Black se viera fuerte y perfecta para las demás familias.

¿Y ahora que se esperaba de él?

Definitivamente no sería que se convirtiera en novio de una sa... hija de muggles.

Pero nadie se lo había impedido, tampoco nadie lo había alentado, les gustaba y les disgustaba a la gente a su alrededor casi de igual manera, no le decían que era una buena elección, tampoco que era mala, solo lo molestaban sobre que eran pareja y lo asumían en algunas de las frases que decían.

A nadie le importaba, era su elección completamente suya... y era aterrador tener que hacerla.

Pero quería, y lo había querido desde mucho antes de que se lo admitiera a sí mismo.

- ¡Kreacher! Aparece - llamó y el elfo se materializó con los ojos brillantes de emoción frente a él.

- ¡¿Él amo Regulus desea ver a Kreacher?! - preguntó con voz chillona y emocionada el elfo, Regulus asintió.

El diario de Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora