25 de agosto de 1978
Por el día ignoro a los fantasmas que me miran acusadores en los rincones de cada lugar a donde voy, me señalan y me gritan que soy culpable, temo que alguien los escuche.
A veces quiero correr y esconderme debajo de las cobijas de la cama de alguien más, como cuando era un niño pequeño y ese tipo de comportamientos me estaban permitidos.
Sé que tampoco desaparecerán con eso, no son fantasmas realmente, están conmigo cada que cerro los ojos, cada vez que dejó caer las barreras de mi mente, nadie los ve, tampoco deseo que nadie más vea sus rostros pálidos y sus ojos sin brillo, esas manos gélidas que intentan atraparme.
Es una vergüenza y un orgullo.
La sangre inocente que derrame (Sentido figurado, la mayoría de hechizos no derraman sangre) me mancha las manos y parece imposible de quitar cada vez que las lavo, no hay agua posible en este punto que pueda devolver a mis manos la limpieza que tenían hace tan poco, cada vez que llego a casa luego de haber ido a una misión del Señor Oscuro me meto a la ducha y restriego mi piel tan fuerte que varias veces he visto correr mi propia sangre en la bañera... pero el pecado sigue allí.
¿Por qué lo hago? ¿Por qué no puedo pensar en ninguna manera de detenerlo?
Esta tarde después de una matanza (ahora estamos cazando a las familias de los nacidos de muggles) no pude resistirme al instinto de correr y me marche sin despedirme de nadie, corrí hasta un barrio muggle, me quite la capa y la máscara y me senté durante horas en la silla de un parque sin más que mirar a esos muggles continuar con su vida, paseaban a sus mascotas, regresaban a sus casa, iban de compras, eran todos tan ajenos a la catástrofe que había pasado tan cerca de ellos que era deprimente.
Tal vez algo sabían, seguramente fuera que la ropa de mago es tan diferente a la muggle, pero volvían hacia mí sus miradas, eran como acusaciones silenciosas, fui incapaz de mirarlos a los ojos.
El ministerio dice que debemos disfrazarnos de muggles para salir a la calle, es porque se supone que si sospechan de algo raro, algo que no debería estar allí, algo como un mago, nos capturarían, interrogarían y asesinarían.
Tal vez en algún momento fue así, pero me senté durante horas en esa banca, en un lugar para nada escondido, a vista de todos esos muggles que pasaban apurados a quien sabe donde, y fantasee mucho con que alguno diera la voz de alarma, que aparecieran esos seres de cuento de historias de terror, de esas que nos contaban cuando niños, una turba violenta de muggles con antorchas, armas y cuerdas, sus métodos no eran limpios como los nuestros, pero el final era el mismo, si me atraparan, entonces podría darle la razón a Bellatrix, si me arrancaran las uñas como hicieron hace tiempo, si me que quemaran las manos como hierro hirviendo, tal vez me quedaría claro que aún con lo horrible que es lo que estamos haciendo, es mucho más piadoso y hasta misericordioso que lo que por silos nos hicieron ellos.
Pero no vino nadie, no me hicieron nada aparte de mirarme como si estuviera fuera de lugar, los escuche preguntarse entre ellos que me pasaba, si estaba enfermo o si iba a alguna fiesta de disfraces, algunos decían que estaba loco, otros parecían opinar que las túnicas largas eran de "Maricas" lo que sea que signifique eso.
Cerré los ojos y espere, recuerdo que me hice muchas preguntas; ¿Cuánto se demoraran en venir? ¿Me ataran las manos y los pies? ¿Me arrastraran atado hasta sus tribunales del terror? ¿Cómo se sentirá quemarse vivo? ¿Cómo se sentirá morirse? ¿Estar muerto hará que me sienta mejor?
Los fantasmas se niegan a aceptar que murieron, es inexplicable, si la opción está entre vivir en este mundo inherentemente desagradable y estar en aquel lugar donde sea que estén los muertos, la elección es obvia, incluso la desaparición completa de la existencia parece deseable.

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El diario de Regulus Black
FanfictionHermione encuentra un libro de aritmancia durante su estadía en la casa de los Black, ese libro es en realidad un diario perteneciente a un miembro de la familia que ha sido casi completamente olvidado, Regulus Black, del que nunca había escuchado h...