VIII

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25 de agosto de 1977

Creo que estoy volviéndome loco.

Lo digo con total y absoluta sinceridad.

Realmente no sería tan extraño viniendo de un miembro de la familia Black, el resto de familias parecen considerar que tenemos tendencia a ser mentalmente inestables, incluso a veces me parece que esperan que hagamos alguna excentricidad y desde luego nos dejan pasar bastantes cosas, nunca ha sido una definición familiar que me guste pero en consideración a los sucesos recientes y que mi madre a tomado la costumbre de regañar a las lamparas o los jarrones confundiéndolas con Sirius o cualquier otro, creó que podría ser una imagen no muy alejada de la realidad.

Lo que me ha hecho dudar de mis facultades mentales pasó hoy por la mañana, me desperté preguntándome si habría algo diferente el día de hoy, es mi cumpleaños debería haber algo diferente, aunque sabía que las posibilidades eran bajas; mi madre ha comenzado a tener comportamientos extraños y no parece buena idea llevarla a lugares públicos, mientras que mi padre está más propenso a enfermarse que nunca, la verdad tengo entendido que era incluso más enfermizo que yo cuando era pequeño y a diferencia de mí, a él no se le desapareció esa debilidad cuando se hizo adolescente, incluso se me ha cansado subiendo las escaleras, le he sugerido salir a caminar para aumentar su resistencia pero me ha sonreído y dicho que no, no es bueno exponerse a este clima, y se encerró en su estudio pasa mucho tiempo allí, revisa papeles o se entretiene pintando pero ya no me deja entrar a acompañarle tan seguido como antes.

Pero al levantarme he encontrado a una niña pequeña sentada en la silla de mi escritorio, era como una muñeca de porcelana, su piel era demasiado clara, casi resplandeciente como, valga la redundancia, porcelana, y su cabello era rubio pálido, como hilos de oro y plata que resplandecían, tenia un aura celestial, supongo, y me quedé sin palabras, la observé en silencio.

"Hola Reggie, hace tiempo que no nos vemos, has crecido mucho" dijo ella y su voz cantarina, semejante al sonido de un arpa, me saco de mi asombro, la mire sin entender hasta que con un movimiento de su pequeña mano volvieron a mi mente recuerdos que había olvidado por el paso de los años, o quizás porque mi recién estrenada locura acababa de inventarlos, no se sabe.

"No quisiera desilusionarte pero... ya estoy un poco grande como para jugar con amigas imaginarias" le comenté como pude, ella pareció divertida. Por lo que acababa de recordar era aquella niña que venía a jugar conmigo cuando era muy pequeño y aunque yo juraba su existencia nadie me creía, la última vez que la vi fue cuando me clasificaron en Slytherin, aunque no me habían gustado los amigos de cierta persona (Vale, de Sirius, solo por hoy diré su nombre, solo porque como estoy volviéndome loco me da pereza encontrar alguna manera de eludirlo) le había prometido que también rompería la tradición, porque sabía que madre se pondría aún más crítica con él si yo terminaba en la casa correcta, me dijo que solo tenía que pedírselo al sombrero, que te lo preguntaba, lo hizo sonar como una formalidad estúpida ¿Para que existe un sombrero seleccionador si al final yo elijo a donde ir? Por la performance, supongo; no, en realidad la mayoría no tuvimos elección, me senté frente a todos y antes incluso de sentir el peso del sombrero sobre mi cabeza, escuche su voz; "¡Slytherin!".

¿Fueron cuanto? ¿Tres segundos?

Estuve a punto de correr a los pies de la profesora McGonagall para suplicarle que me cambiara de casa, que aunque me gustaba la idea de que mi madre me felicitara por continuar la tradición familiar, los ojos de hermano se habían llenado de silenciosa ira y decepción cuando el sombrero grito la casa, como si él creyera que lo había hecho a propósito, como si pensara que lo había traicionado. 

El diario de Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora