De casualidades.

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—No creí estar vivo para ver esto. —declara el coronel en un escuálido murmuro. 

Es un decente apartamento a unas doce cuadras de Central Park. Tiene una amplia sala con un sencillo ventanal que deja ver las metropolitanas calles de Manhattan. Hay enormes estantes repletos de libros y una desayunador lleno de tareas escolares. En la esquina hay un arbolito navideño sin terminar de armarse y el moderno plasma está empotrado en la pared, reproduce lo que parece una película navideña.

Tony Stark deja el sofá que compartía con el coronel y rodea la sala. Se fija en el comedor de ocho personas en el salón siguiente, está empolvado y deduce con prisa que no son de recibir visitas. En la cocina, amplia y bastante clásica, hay una redonda mesa llena de galletas dulces y más libros de física avanzada para un mocoso en crecimiento y una humeante taza de té. 

— ¿Puedes, por favor, sentarte? —suplica el coronel. 

— ¿Es qué acaso tu no entiendes? 

— ¿La verdad? No. —confiesa honesto. —Pero ya viste que el señor Parker no tiene problemas en contarlo todo. 

Han pasado tres días desde aquel extraño encuentro en el parque. Tiempo en el que Tony se comió el ceso tratando de entender que carajos había sucedido y cómo diablos termino en esa surrealista situación donde, es claro y evidente que, tiene descendencia. 

— ¿Cuánto más van a tardar? —vuelve a preguntar sin dejar de indagar en aquel hogareño lugar. 

—Dijo que discutirían unos detalles, nada más. —vuelve a tranquilizarle el coronel.

Y es que después de ponerse un poco loco, hacer cuentas y deshacerlas, de permitirse que Peter y Archie Parker le perturbaran su paz, había tomado la violenta decisión de visitarle abruptamente y enfrentarle. Aunque no es entera culpa de ellos, es culpa de su apresurada cabeza que le trajo en desordenados recuerdos la noche que conoció al sonriente Peter Parker. 

Hay quince años de diferencia desde esa noche, justo la misma edad del mocoso que le mira desafiante y parece reírse de él. No, no. No sería la primera vez que tratan de encajarle hijos, por supuesto que no. El caso Amanda todavía tiene ecos por todo el país.

Incapaz de seguir en un solo sitio y continuar con una línea de pensamiento, vuelve a recorrer el lugar y nota que hay espacios vacíos en las repisas, como si alargados rectángulos hubieran sido retirados.

—Siéntate, Tony. —regaña el coronel. —No se mira bien que estés esculcando sus cosas.

— ¿No te provoca curiosidad? —contesta asomándose lo suficiente en el pasillo que conduce a las habitaciones. Su IA envía un rápido escaneo para asegurarse que no hayan más personas escondidas en aquel inquietante lugar. 

Pero la IA le muestra que no, que hay tres habitaciones más y que una está escasamente poblada por un mueble y una silla. Nada más. 

—Déjame lidiar primero con esto y ya verás lo que te espera. —llega a sus alterados oídos la voz de Peter. —Hemos hablado de esto, Archie. No es seguro que vayas por ahí demostrando tu naturaleza.

—Entonces, según tu, ¿tengo que vivir ocultándolo? —la voz del mocoso.

—No, Pumpkie, pero tienes que aprender a controlarlo. —están por nada de tocar la puerta. —Podrías lastimar a alguien sin querer.

La puerta se abre y Tony tiene un dolor de estómago. Archie camina despacio, con las mejillas enrojecidas y las pobladas cejas juntas, la evidencia de haber sido regañado y estar molesto. Luego repara en Peter, que prefiere no hacerlo mucho, pero se fija en el chico, porque su rostro es demasiado joven para ser un adulto de treinta y un años. 

De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora