La noche estrellada.

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Quinces años atrás, Berna, Suiza.

Peter Parker había sido un huérfano con bastante suerte. No todos podían decir que poseían una inteligencia escalofriante y sobre todo, ningún huérfano podría decir que tuvo la maravillosa oportunidad de conocer al mismísimo Tony Stark.

Y es que decir que Peter tenía un enamoramiento con el fantástico ingeniero era quedarse corto. Lo adoraba, desde que escuchó su historia, desde que vio sus fotos en portadas. Lo amaba con intensidad, comprendía su solitaria vida, creía que son almas gemelas. Tristes, abandonados en un mundo que se mueve despacio y adelantados a su época. 

Eran tal para cual, o al menos así funcionaba en su adolescente cabeza. ¿La diferencia de edad? Por favor, nada que amor incondicional no pueda resolver. ¿Qué no se conocían? Era cuestión de tiempo, estaban destinados a estar juntos, el tiempo nunca ha sido impedimento en las grandes historias de amor. 

Así que esa noche, en aquel lujoso hotel y mientras trataba de no morir por la emoción de ver al amor de su vida dar una conferencia sobre circuitos integrados, decidió que era ahí o nunca. Se acercaría sigilosamente, su delgadez le permitiría filtrarse entre la docena de personas que rodeaban al millonario, solamente se colocaría frente a él y estaba convencido que lo reconocería, que el recuerdo de sus vidas pasadas llegaría en ese instante y escaparían a una isla donde serían felices por siempre. 

Peter tiene solo diecisiete años, ha tomado los dos tragos de whisky que Harry le ofreció y está convencido que ama a Tony Stark de una manera perfecta, que no es un clavado enamoramiento juvenil y que definitivamente ese es el hombre que su corazón eligió.

Pero como era de esperarse, sale mal. Tony es rodeado de sus guardaespaldas, de la gente que quiere un poco de atención y los estudiantes del MIT son los últimos en que un fantástico hombre se figaría. Recibe un par de empujones y es regresado a su mesa de un tirón. 

Su pecho se presiona, solo necesita una oportunidad. 

Insiste, sigue al grupo que va enfiestado a uno de los pisos superiores de aquel lugar y no se detiene cuando la mano de Harry cae en su hombre y le suplica que por favor no vaya, que se separa del grupo y el profesor Richards le amonestará. Lastimosamente, Peter Parker es perturbadoramente obstinado. 

El elevador se detiene en el antepenúltimo piso, donde la fiesta continúa . Se coloca su afelpado abrigo azul, el que le queda gigante y el gorro cubre hasta su nariz. Se repite que no es una obsesión, que es lo que su corazón manda y que solo necesita una oportunidad, solo una. Escala con rapidez los muros, sus mejoradas y recién adquiridas habilidades arácnidas le permiten llegar al balcón de la habitación iluminada. 

Desde ahí, entre las sombras, observa a través de las cortinas aquel grupo de gente bailar, gritar y beber. Justo en el centro está el extravagante hombre que le brinda un consuelo imaginario cada noche, le han puesto un gorrito y le han llenado de confeti. Hay dos lindas mujeres moviéndose alrededor y él sonríe, agita las botellas de champagne y moja a las damas que gritan y se mueven más, que lo buscan desesperadamente. 

Su corazón se encoge, se marchita dentro de el y le provoca náuseas. El enamoramiento le envenena y le ciega, ese no es el verdadero hombre que vive en su mente. No es su Tony Stark, sarcástico y gentil, extrovertido y tierno, no, no. No es el hombre que habita en su cabeza. 

Sube un balcón más, escapando de su terrible verdad. Peter sabe que es año nuevo, entonces es posible que Tony se comporte así porque es una fiesta, ¿verdad? Y como no hay poder más grande que la negación, se convence que es la actitud de cualquier adulto en la última noche del año. 

De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora