Dicen que es el de la suerte.

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Cuando la soledad se autoimpone por mucho tiempo, el ser humano se adapta a ella. Y Tony Stark no fue la excepción. Corrompido por el virus  y por los escuálidos pensamientos que le a orillaban a lugares lúgubres y fríos, abrazó su soledad, la hizo suya para que nunca le deje. 

Pero el futuro siempre es alcanzado por las repercusiones del pasado, así que Tony tiene que afrentarse a que él mismo alteró la paz de su futuro por el resultado de una noche estrellada que ni siquiera habita en su memoria. 

Los martes por la mañana se presentan seis silenciosas personas que limpian a profundidad cada espacio del apartamento y desaparecen tal como llegan. Apenas las nota, aparecen al inicio de la mañana y no queda rastros de ellas al medio día.

Es por eso que Tony se sorprende cuando sale de su taller un martes a medio día y escucha a alguien maldecir. Los sonidos lo llevan hasta el olvidado cuarto de lavado, donde la lavadora y secadora están empotrados contra la pared y hay estantes repletos de finísimos detergentes y suavizantes. 

Peter Parker está ahí, con un cesto de ropa limpia sobre uno de los estantes desocupados. 

—Mierda. —murmura en voz baja. 

Desde el umbral, en total silencio, Tony nota como el menor lucha por alcanzar algo dentro de la secadora. — ¿Qué haces?

— ¡Mierda! —chilla y se gira en un brinco hacia Tony. —Me asustaste, creí que no estabas.

Tony se adentra en la habitación y alcanza con facilidad el suéter rosa que aguarda hasta el final del electrodoméstico. —Normalmente no salgo de casa, siempre estoy abajo.

—Gracias. —Peter recibe la prenda y abre los ojos aterrados. —No puede ser...

— ¿Qué?

—Era el sudadero blanco de Archie.

—Pero es rosa.

—Por eso, era. —recalca examinando la manchada tela. 

— ¿Por qué haces esto tú? —le pregunta mientras Peter se da la vuelta e inicia a doblar las prendas dentro del cesto.

— ¿Hacer qué?

—Todo. —y hace un gesto con las manos para resaltar que se refiere a todo. —Vienen personas a lavar la ropa, a limpiar y acomodar, no tienes que hacerlo. 

Las pálidas manos de Peter van doblando con presteza cada remera y sudadero que aparece de la canasta. —Me gusta hacerlo.

—Esa es la mentira más grande jamás dicha. 

Peter sonríe y le lanza una remera. —Es fácil y hasta cierto punto relajante.

—Peter, no puedes decirme eso. —y le regresa la remera. —Es mortalmente aburrido y una pérdida de tiempo increíble. 

—Por sino lo has notado, no es mucho lo que tengo que hacer al día y cualquier cosa es mejor que aburrirme frente al televisor. —contesta mientras sigue sacando ropa sin doblar. 

— ¿Te aburres aquí?

—Verás. —continúa su labor sin voltear a verle. —Por ciertas situaciones, mi trabajo de oficina se convirtió en trabajo en casa y lo redujeron a menos del veinte y cinco por ciento.

—Por lo del bebé.

—Sí, por lo del bebé. —sus manos tienen práctica en sacudir y doblar la ropa. —Y con Archie en su último año, pasa más horas en la escuela que conmigo, así que debo buscar cualquier cosa en qué mantenerme ocupado.

De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora