Mierda.

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Muchos dicen que la casualidad no existen, hay miles que viven de casualidades.

—No recordaba que New York fueran tan frío, maldita sea. —se queja mientras trata pobremente de calentar sus manos con la bebida chocolatada.

— ¿Desde cuando eres tan marica? —reniega el coronel mientras siguen rondando Central Park.

Anthony Stark, multimillonario, superhéroe en ratos libres y una mente brillante con dudosa moral, hace un puchero. —No era necesario ser tan grosero.

La tarde avanza y mancha de tonos naranjas aquel atardecer de Noviembre que anuncia que la navidad está a la vuelta de la esquina y que se acercan fechas peligrosas para la delicada salud mental del millonario. — ¿Te gustaría pasar las vísperas de-

—Olvídalo. —le corta inmediatamente. —Ver la cara de Pepper cada vez que yo me sirvo un trago me genera estreñimiento.

Ahora es el coronel Rhodes quien hace un puchero. —Pero somos tus mejores amigos...

—Córtalo, Rhodey. —le quita importancia agitando la mano. —Tampoco es como si fuera a volar la ciudad solo porque estoy solo.

—Tiendes por la autodestrucción.

—Soy el único que puede detenerme.

—Hablando de eso... —Tony nota los hombros del coronel tensarse.

—Voy a detenerte justo aquí. —y detiene su andar. —Si sales con toda esa mierda del ejército y mi unión al ridículo grupo ese de los arregladores.

—Vengadores.

—Eso, olvídalo también.

— ¡Pero, Tony-

— ¿Qué es eso que tienen a una paleta humana con mallas y un escudo?

—Steven es un buen soldado.

—Y yo no soy ningún soldado, Rhodey. —alega sin afán. 

—Solo aclárame una duda. —suplica con sus curiosos ojos verdes. 

—Solo una. 

— ¿No es porque Steven sea tu ex? 

— ¡Habíamos acordado ya no hablar de eso! —chilla en el momento exacto que un peligrosa y extraña bola de beisbol impacta en su estómago y lo lanza un par de metros a la derecha.

Lo obliga aterrizar entre un montoncito de otoñales hojas caídas que se agitan ante el brutal aterrizaje. — ¡Tony! —grita Rhodes corriendo a su rescate. 

Cuando el ingeniero se levanta, el verde de sus ojos ha sido reemplazado por el celeste color, la diadema de la armadura endo-simbiótica ya está entre los negros cabellos. — ¡¿Quién mierda-

— ¡Lo siento! —chilla un adolescente. — ¡Lo siento, fue sin querer!

Rhodey da un paso atrás y Tony se queda a medio armar su armadura. —Malditos mocosos, ¡¿tú fuiste quién lanzó la bala!?

— ¿Cuál bala? —pregunta inocente recogiendo la pelota de béisbol que espera paciente entre la hojas. —Lo siento, papá no la agarro a tiempo. 

— ¿Qué demonios? ¿Tú la lanzaste? —Rhodey se niega a creer.

— ¡Pero sin querer!

—Mentiroso. —interviene Tony mientras verifica la información que la armadura la muestra. — ¡Esa bola venía a ciento veinte kilómetros por hora! ¡No pudiste lanzarla tú!

De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora