Iniciación.

146 22 0
                                    

— ¿Sigues enojado con él? —pregunta Archie desde el otro lado del desayunador. 

—No. 

— ¿Estás enojado conmigo por venir tarde? —insiste.

—No.

— ¿Entonces por qué estás enojado? 

Peter aparta la vista del computador y suspira. —Ya te dije que no estoy enojado porque vayas a visitarlo, me enoja que escapes de tus clases y que mientas de a donde vas.

— ¿Qué caso tienen las clases, papá? —reniega. — ¡No hay nada que me enseñen en esa escuela que yo ya no sepa!

—Ese tipo de comentarios, Archie, no te llevarán a ningún lugar. —sentencia Peter. —Eres un niño genio, pero realmente no sabes nada de la vida. 

—Yo-

— ¿Crees que saber cada parte de un quarks te llevará a algún lugar? —continúa. —Tienes que aprender la importancia de la humildad, Archie. 

—Tu no me entiendes.

— ¿Qué no entiendo? —se levanta Peter. — ¿Qué eres un super adolescente con una cabeza que trabaja a mil por hora? Esa parte la tengo clara, lo único que no logro comprender es de dónde sacas tanto ego, Archie.

—Bueno, soy hijo de él después de todo.

Peter junta las cejas. —Esa no es una justificación válida.

— ¡Se me olvida que hablo que el señor perfecto! —ruge Archie.

—Suficiente. —le corta Peter. —Estás castigado.

Los ojos de Archie se agrandan, cambian de color y desaparece en un microsegundo. Peter escucha el portazo y vuelve a desplomarse en la silla. Peter es capaz de notar que las cosas empiezan a hervir lentamente y amenazan con salirse de control. 

Sabía que no seria fácil con niño superdotado y que además trae en sus venas el mismo virus que hace seres humanos perfectos. Y sin olvidar que el niño también heredo la alteración genética de Peter, la misma mutación que una araña le provocó cuando solo tenía quince años. 

Suspira cansando. Nada iba a prepararlo para afrontar la adolescencia tan complicada que un super niño podría atravesar y que ahora empeoraba todavía más al tener la parte faltante de aquella ecuación. 

Peter pellizca el puente de su nariz y se traslada al sofá. Le duele la cintura y tiene agruras desde la mañana. Respira profundo y siente una tremenda tristeza aplastarle un poco más, ahogarle en nostalgia y llevarlo a un pasado donde parecía que la vida finalmente le iba a sonreír. 

—Peter... creo que deberíamos dejarlo así. —murmura Morgan con la voz apagada. 

—¿Qué? ¡No! —Peter sigue con los pies levantados, recargados en la pared y apuntando al pecho. —Es apenas la tercera vez, no podemos rendirnos. 

— ¿Te das cuenta que no eres tú el problema? —insiste. — ¡Soy yo quién no puede!

—Escúchame Morgan Mountbatten, estamos muy cerca de lograrlo y tú no vas a detenerme. —sentencia sonriendo, pero se endereza cuando el rostro del mayor no refleja más que tristeza. —Morgan....

—No me gusta todo lo que te hacen, por favor...

Peter suspira. —No me importa hacerlo por ti. —insiste. —Sé lo importante que es para ti y realmente quiero dártelo. 

—A lo mejor la vida nos está diciendo que no. 

Peter se acerca despacio, apoya la cabeza en el hombro del mayor. —Aún hay formas. 

—Lo sé. —Morgan descansa sobre su cabeza. —Podríamos ir al orfanato donde creciste.

Son recuerdos frescos que se remojan en tristeza y le hacen abrir los ojos cuando su estómago da un tirón. —Oh sí, él es tu papá. —le murmura al creciente vientre. —Realmente un caballero. 

— ¿Por qué hablas solo? —la voz llega desde su espalda y lo hacen abrir los ojos. 

Tony Stark está parado entre la cocina y la sala, los negros cabellos siguen enredados entre la diadema de la armadura y tiene las cejas juntas. 

—Creí que ya te había dejado claro que debías tocar la puerta. —se sienta despacio, sintiendo el contenido de su estómago revolverse. — ¿Qué quieres?

—Archie me dijo que estás enojado por su escapada de la tarde. —mientras la oración concluye Peter busca con la mirada el dispositivo Stark y rueda los ojos al no encontrarlo. 

—Claro, ¿te dijo algo más?

—Solo quería decirte que no era necesario el castigo, realmente estuvo conmigo toda la tarde y me asegure de alimentarlo. 

—Alimentarle la cabeza también, ¿no?

— ¿Qué?

Peter respira profundo, el bebé cada vez que se mueve es como si le quitara el aire por un segundo. —Oye, ¿tú no tienes a nadie a quién visitar? ¿O cosas qué hacer?

Los ojos de Tony reflejan sorpresa. — ¡¿Disculpa?! ¿Me estás corriendo?

La risa nace en su pecho y termina en su nariz. —No, no te estoy corriendo. —se gira y vuelve a hundirse en el sofá. —Solo preguntaba, gracias por responder. 

Entonces fuertes pasos resuenan y el multimillonario aparece en su campo de visión. —Solo venía a aclararte donde estuvo tu hijo y para tu información, tengo cientos de cosas que hacer. ¡Mil planes que hacer!

Peter recuerda la época donde realmente moría por Tony Stark. Su coqueta sonrisa, la endiablada manía de morderse los labios en frente de las cámaras, el derroche de galantería al caminar. Un hombre sonriente, atrevido, perfecto. 

Ahora hay un hombre triste, opacado por un virus que le va marchitando. — ¿Qué?

Pero no hay respuesta. El ruido de la ciudad se silencia y queda resonando el estallido de una explosión que eriza todos los vellos de su cuerpo. Los sentidos mejorados de Peter le alertan que algo terriblemente ha ocurrido y aunque sus instintos casi le hacen brincar por la ventana, su sentido de la paternidad le detienen. 

—Mierda. —exclama Tony quien desaparece inmediatamente. 


De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora