De pronto un día.

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— ¿Es en serio? —alega Tony

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— ¿Es en serio? —alega Tony. — ¡¿Es en serio?!

Peter sigue asintiendo. — ¡Supéralo!

— ¡Ni siquiera existe!

— ¡Es un gran hombre!

— ¡Yo sí soy real!

Moony balbucea y Tony le lanza una fría mirada. —Et tu, Brute?

Peter lanza una fuerte carcajada que sacude a Morgan. La bebé se agita y estira su brazos en señal de cambio. Tony la recibe con facilidad y le acomoda mejor el gorrito rojo que usa en esa tarde de picnic. 

Pero hay que recapitular, entender cómo se llego a esta situación. 

Cuando el desastre de Wanda terminó, la vida siguió su ritmo. Peter y Archie Parker se mudaron a su nuevo residencial, una moderna y decente casa de elegantes habitaciones y un espléndido jardín que seguramente requeriría muchas horas de cuido. Estaba en una alta colina y parecía verdaderamente sacado de una revista.

Cuando Tony regresó a su Torre, la vio sin vida. Largos pasillos oscuros, una solitaria cocina, un abandonado comedor donde solo queda el recuerdo de los libros de Archie. Se sacudió los hombros, llamó a par de conocidos con quien debía ponerse al día sobre algunos abandonados asuntos y tal vez compartir un trago. 

Y aunque sí hubieron tragos, Tony no se sentía bien. Como si no fuera esa su propia carne. Los corrió a todos, apagó la música y subió a su habitación. Durmió cerca de doce horas y despertó porque Archie le llamó, Peter había preparado pizza casera y nunca le perdonaría sino le llamaba. 

Entonces cuando la cara de un sonriente Archie le abrió la puerta de su nuevo hogar, Tony volvió a sacudirse. Ya había visto las fotos, estuvo ahí en la mudanza, pero ahora que ha pasado una semana, el lugar huele a flores de lavanda y galletas de azúcar. Sigue siendo elegante, de blancas y ordenadas habitaciones, pero tiene una calidez que invita a quedarse. 

— ¡Tony! —saludó un sonriente Peter. — ¡Espero tengas hambre!

—Papá preparó una cantidad absurda. —exclamó Archie. —Como si fuéramos un ejército completo.

Hay una respuesta para eso, pero Tony se ha distraído con la imagen de ese Peter. Trae un suéter lila que se pega demasiado a su cintura, un entallado jeans que abraza esas endemoniadas piernas elásticas, sostiene a una firme Morgan que sonríe al reconocerlo. Peter camina hacia él, se ha recortado el cabello y sus ojos de alguna maldita manera son más grandes. 

— ¿Cómo estás? —preguntó sin dejar de sonreír, sin dejar de verle fijamente. 

—Estoy bien. —miente. Siente la lengua pegada al paladar. —No tan bien como tú, pero bien. 

Y le sigue pareciendo impresionante que un hombre que supera los treinta años se sonroje como un crío y siga luciendo precioso.

Peter alargaba las conversaciones, o tal vez lo hacía Tony, pero terminaban intercambiando ideas hasta muy entrada la noche. Incluso cuando Morgan y Archie ya habían caído en brazos del buen Morfeo. Peter le ofrecía un té post cena, y aunque Tony hubiera preferido un trago, lo aceptaba, no por quedarse ahí, no. Lo aceptaba porque seria un pésimo invitado sino. 

De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora